Identidad y fantasia chilena, por Gonzalo Fernandez Fantastica Review 4
Identidad y fantasia chilena
Por Gonzalo Fernandez
Autor de Narraciones Extravagantes (Biblioteca chilenia)
(Extraido de revista Fantastica Review 4)
Chile no se ha caracterizado por una cultura en
particular. A decir verdad, no tenemos algo que nos diga que somos “chilenos”.
Pero sí le preguntamos a cualquier compatriota qué es ser uno, puede que surja
como respuesta la bandera, la selección de fútbol, la empanada y la cueca. Sin
embargo, esto sería sólo una parte de ello. Nuestro país se caracteriza por
tener una diversidad única de ambientes y pueblos. Sí no me cree, puede
comenzar a revisar el origen de las jergas que se ocupan en nuestro territorio y
se dará cuenta de que vienen de diferentes vocabularios aborígenes. Aún así, nos
falta mucho para ser una cultura a la cual se pueda identificar. Somos una
especie de monstruo creado a partir de diferentes partes corporales, como diría
Jorge Baradit. Sin embargo, creo que eso es un pequeño paso para encontrar
nuestra identidad y que se refleje en todo ámbito de expresión humana, en este
caso la literatura fantástica chilena.
¿A qué podemos llamar “literatura fantástica
chilena”? Creo que sería lo primero que se nos pasaría por la cabeza. Es
difícil de saber. Cuando una persona busca su identidad, comete muchos errores
y pasa por un largo proceso para descubrirse así mismo. Pero creo, que lo
primero que uno hace al embarcarse en este viaje, es usar lo que ya conoce.
Nuestro propio entorno. Ya lo he dicho más arriba, Chile posee una riqueza en
naturaleza: animales, flora, pueblos, leyendas, mitos y culturas. Entregadas
para ser explotada y sacar algo interesante de ellas. Sin embargo, muy pocos se
han atrevido a usarlas. Pareciera ser que hay una especie de vergüenza con
respecto a todo lo que ofrece Chile o porque no hay un interés por enseñar
algunos aspectos de nuestra propia nación, como es nuestra historia. Claro, si
uno lo piensa bien, todos nos aferramos a lo que viene de otros países. Yo no
puedo negar que los dragones y hombres lobos me parecen fascinantes y más de
una vez los he usado para mis propios relatos. Aún así, cuando comencé a
explorar la mitología y leyendas chilenas, no he podido evitar saber más de
ellas para usarlos en mis creaciones. Pero ojo con este aspecto- como diría el
escritor y editor Daniel Guajardo o Dan Guajars- no es lo mismo un invunche que
un homúnculo. Está claro, que estas dos criaturas de leyendas no son lo mismo y
no hay que intentar igualarlas. Tal vez, servirían más para dar a “entender”
qué es un invunche al compararlo con un homúnculo, pero para algo están las
descripciones. Además, la idea es tratar de crear algo que nos diferencie del
resto y ahí está el problema. La obra de Martin Kaisser, El Martillo De Pillán,
nos propone un mundo fantástico usando la mitología y cultura mapuche, que se
diferencia por mucho del Señor de los Anillos o el Hobbit de Tolkien. Sin
embargo, el libro tiende a ocupar términos como orcos o duendes para dar
entender cómo son ciertas criaturas que se encuentran en mencionada cultura.
También otra obra a mencionar es Ngen Mapu. El dueño de la tierra , escrita por
I. C. Tirapegui, que nos propone un mundo fantástico valiéndose no sólo del
folclor mapuche, sino también de aspectos históricos de la Guerra de Arauco,
convirtiéndola en una obra original y con un enfoque poco visto en la fantasía
épica.
Algunas editoriales, grupos e escritores, sin
generalizar mucho, tienen una especie desquite con lo propiamente “chileno”. Lo
único que cae en esa categoría serían ellos mismos. Ojo, que no estoy
criticando su estilo de escritura o la utilización de un tipo en partícula de
literatura. Yo he leído algunos de sus trabajos y me parecen muy buenas ideas,
incluso de una calidad extraordinaria. El único inconveniente es que miran
mucho afuera y no valoran lo que tienen cerca, al punto que hasta se vuelven
cuadrados, a referirse al tipo de literatura con que trabajan. “Sí no tiene
esto, no pertenece a ese género”, pensarán ellos, creo yo. Si comenzamos a
examinar a los grandes autores, como Lovecraft, Poe y Asimov, ellos, a pesar de
hablar de tierras lejanas a su propia nacionalidad e incluso, de su propio
tiempo, nunca rechazaron el lugar donde nacieron para bien o para mal. Es
más, si lo llevamos al campo de las series, como Doctor Who, de alguna forma
siempre termina mostrando lugares de Londres o de Inglaterra, la tierra que vio
nacer a esta serie de ciencia ficción.
Según mi parecer, esto se debe a que muchos
han intentado emular a los grandes y se creen lo mejor en la vanguardia de la
literatura e incluso en otras artes. Esto se puede ver en algunos comentarios,
al decir que las películas de Nicolás López no es cine o que Logia de Francisco
Ortega, fue creado con una fórmula para hacer best seller. Sin embargo, estos
dos creadores tienen un punto a favor. A ellos le funciona que sus trabajos
llegarán al común de los hombres y de exponer aspectos chilensis, que pocos se
atreven a mostrar. Esta manera de pensar de pertenecer a una élite, perjudica
mucho a nuestro desarrollo cultural y de una propia identidad. Desvalorizamos
lo que somos, además de que algunas obras no llegan a todo el público o no
pueden entenderlas por ser “arte”. No debemos descartar las palabras como
“caca” o “pichi” por ser ordinarias o porque son término que usan la “clase
baja”. El mismo cronista y escritor chileno Joaquín Edwards Bello, quien alaba
una belleza artística europea y aborrecía la “cultura de lo feo” del chileno,
en su libro Mitópolis se notaba un aprecio por la historia y leyendas chilenas.
Incluso llegó criticar a aquellos que no encontraban apropiado la estatua del
roto chileno, la cual está en la plaza Yungay. Esto es un buen ejemplo de un
reconocimiento de algo propiamente chileno y que muchos deberíamos considerar.
También otro punto a rescatar, relacionado
mucho con lo que dije más arriba, es que algunos intentan replicar un mercado
que ya está en boca de todos. Creen que al usar vampiros o magos puede estar
asegurando sus ventas. Claro que otros autores han sabido bien cómo trabajar
elementos externos para incorporarlos a las tierras chilenas. Digamos que para
este aspecto, hay una línea muy delgada en la que podemos terminar haciendo un War
of World Z chileno o algo completamente distinto. Aquí no desvaloro los
trabajos de quienes no han aprovechado las riquezas chilenas. José Luis Flores
es un ejemplo de ello, con El Mago del Desierto. Él, sirviéndose de mitologías,
leyendas y culturas de otros países, creó algo verdaderamente original y que es
un digno representante, de nuestra literatura fantástica chilena. Pero tampoco
debemos quedar solo en ese tipo de fantasía. Después de todo la “fantasía” como
tal, puede abarcar más de un género, como es la ciencia ficción por ejemplo.
Así podemos encontrar obras como Identidad Suspendida de Sergio
Amira, Vilú, la Renovación de los Tiempos de Jorge Araya, CHIL3: Relación
del Reyno escrita por varios autores, El Obsceno Pájaro de la Noche de José
Donoso, Los Altisimos de Hugo Correa, las cuales valiéndose de
diferentes géneros y recursos, son capaces de entregarnos mundos ricos y
extraños que surgen de la misma historia y situaciones políticas chilena,
aunque también, sin mencionarla como tales, pero uno como lector sabe
reconocerlas, como es en el caso de Las Bestias de José Luis Flores y
un cuento del libro Chile del Terror - Una Antología Ilustrada, llamado Tricofobia
de Pablo Espinoza Bardi. Es así que también y sin desmerecer ese tipo de
trabajos, podemos encontrar cómics chilenos, que también crean mundos muy
interesantes, como es Mortis: el Eterno Retorno, Sudamerican Attack, Bichos
Raros, Informe Tunguska o Vampiros en el Puerto. Este último trabajo y a
pesar de su nombre, se basan en leyendas y en la realidad del puerto de San
Antonio. Así nos muestra un lugar donde se ocultan diferentes tipos
de criaturas sobrenaturales, además de las mencionadas criaturas de la noche.
En este punto me gustaría destacar, que en Chile también hay historias de
vampiros las cuales en su mayoría no sólo hablan del vampiro clásico. En nuestro
país hay más de tipo de estos seres como es el Chon-Chon, el Colo-colo y el
Piuchén, por mencionar algunos. Debemos reflexionar a qué punto yo quiero que
mi trabajo sea distinto de lo ya se hizo. Pero claro, dependerá de cada uno de
nosotros. Lo más adecuado para este caso es “si funciona, bien”.
Para terminar, no intento decir que un estilo de literatura o la utilización de un de tipo de marketing, sea el incorrecto. Estos aspectos corren por cuenta de cada uno de nosotros. Si cree que es el camino, bien siga adelante no más y demuestre su valor. Pero si queremos desarrollar una literatura fantástica chilena, debemos dejar de pensar que Chile es Nueva York o de imitar la Tierra Media en las obras. Perdamos esa vergüenza que tengamos a lo que nos rodea. Resaltando sus maravillas y criticando sus aspectos horrendos. Hay que dejar esa actitud de ser “los jaguares de Latinoamérica”, para acercarnos a la gente. Tratar de llevar los trabajos más allá de las fronteras de nuestras propias regiones y país. Debemos ser capaces de un intercambio cultural, entre todos nosotros y no encasillarse en “este fulano es de Santiago” o “que nada bueno viene del sur”. A la larga, si realizamos eso, por fin Chile dejará de estar tan aislada de sus vecinos, como Argentina, Perú y Bolivia. Así cada nación, no será ajena a la “realidad” de la otra. Pero lo importante de todo esto, es que al final podremos crear una población más culta, a partir de la creación de mundos literarios, sin desmerecer las otras formas de expresión. Está claro que la cultura no es solamente la literatura, aunque por desgracia también se replican la misma problemática en las otras artes. Hay que difundir la palabra, por así decirlo. Haciendo que al final valoremos lo que este país ofrece y creando una identidad que eventualmente nos llevará consolidar una literatura fantástica chilena.
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