Cronica Monstruosa, por Patricio Alfonso, publicado en Fantastica Review 3


Cronica Monstruosa


Por Patricio Alfonso

Originalmente publicado en Fantastica Review 3


En algún momento de los 90, yo vivía en Quilpue, en la Casa Campbell, el edificio más hermoso que nunca haya habitado. Un par de amigos, que a la sazón tenían su casa cerca - de hecho frente a la hoy asesinada estación El Sol-, me propusieron llevar a cabo en conjunto algunas actividades. De esa propuesta surgió El Club de los Monstruos. Curiosamente, mis amigos/ vecinos/ no llegaron a participar del mismo, pero se fueron sumando otras personas. Puedo nombrar (y no me dejarán mentir) al profesor de historia Claudio Díaz; a Claudio Gómez, hoy director del Museo de Historia Natural de Santiago, a Jorge González, que dirigía la radio Valentín Letelier, a Fernanda Villegas, que ocupaba hasta hace poco un cargo gubernamental. Eso entre los más o menos famosos, porque concurrían otras entidades no por menos famosas menos monstruosas.
Nos reuníamos en tertulias semanales y compartíamos libros, películas, ideas. Fuimos a ver juntos Frankenstein Unbound, de Corman, y la absolutamente infumable Vampiros en Venecia., de Augusto Caminito, a quien ni la presencia de Klaus Kinski y Christopher Plummer logró salvar.

Por aquel tiempo empecé a frecuentar al poeta Juan Luis Martínez en la librería Gandhi, de Viña. A veces me pasaba a dejar a Quilpué en auto porque él conducía hasta Villa Alemana, pese a que manejaba de memoria porque a causa de su enfermedad renal (tenía que someterse a diálisis tres veces por semana) casi no veía.
Fue Juan Luis quien me presentó a Sergio Meier, un escritor de Quillota, con quien nos prestamos libros y nos visitamos en nuestras respectivas casas. Por cierto, Meier se sumó al Club de los Monstruos.

En junio de 1990 presentamos un ciclo de charlas en el Aula Media de la UCV.. titulado Hacia una Hermenéutica de lo Monstruoso. Fernanda Villegas ofició de maestra de ceremonias. Sergio Meier habló sobre Lovecraft. Iván Montecinos sobre Frankenstein, el profesor Días sobre “monstruos y laberintos.” A mi me tocó el tema del hombre lobo. El conde Drácula brilló por su ausencia, lo cual parece ser una de sus estrategias predilectas, como puede notar cualquiera de haya leído la novela de Stoker.

En agosto del mismo año celebramos el centenario (natalicio) de H.P.Lovecraft. , con el apoyo de la municipalidad de Viña y el Instituto de Arte de la UCV. El municipio viñamarino, nos ofreció una sala muy bien ubicada, en la calle Arlegui al lado del hotel O¨Higgins, pero con un horario pésimo. Estaba abierta desde la mañana hasta como las cinco de la tarde, y sólo en días de semana. Recuerdo a algunos de los expositores. Había un chico de La Calera que fabricaba magníficas maquetas de naves espaciales valiéndose de materiales de desecho, como máquinas de afeitar, cajas de huevos y restos de paraguas. Sergio Meier trajó alguno de sus cuadros, porque además de escritor era artista plástico. Incluso alguien de tanto prestigio como Hugo Marín nos aportó una de sus creaciones. Exhibimos también láminas de HR Giger. La pieza más erótica pertenecía a un porteño conocido como Tato Zapato. Por supuesto, fue la único que nos robaron.

Paralelamente a la exposición, fueron exhibidas dos películas (Freaks, de Tod Browning, y el Nosferatu de Murnau ) en una dependencia de la UCV.

Una nota relativa al evento apareció en la revista Trauko, y el diario La Estrella nos hizo una entrevista. En ella confesamos nuestro interés por celebrar los cien años de Drácula en 1997, pero para eso faltaban aún mucho tiempo. Mientras tanto yo me trasladé a la Región Metropolitana. Sin embargo, surgió la idea de realizar eventos vampíricos antes del magno centenario, y el primero de ellos se realizó un 5 de mayo en Valparaíso. Había un temporal realmente digno de una película de la Hammer, pero para despejar toda duda Iván Montecinos, miembro del Club -el que para entonces había cambiado su nombre a Freaks-, me hizo llegar el siguiente mensaje escrito: “La actividad se realiza aunque se hunda el mundo”. De modo que me puse en marcha cual Jonathan Harrker.

Debo decir un par de cosas de Iván, nombre que le viene muy bien. Fue miembro del Club – después Freaks – desde sus inicios. Profesa un gran temor a los vampiros y sin embargo, o por eso mismo, ha ayudado en sus actividades durante mucho tiempo. Difícilmente encontré un interlocutor más lúcido y estimulante a la hora de conversar sobre literatura o filosofía. Casi no hay vez que luego de una charla con él no me surjan ideas para escribir algo nuevo, o para terminar o mejorar algo comenzado.

Como contaba, el primer “Mayo vampiro” se llevó a cabo en Valparaíso, en la Plaza Sotomayor. La elección de la fecha no fue casual. Es en la víspera del 5 de mayo – la“Walpurgis nacht” –cuando Jonathan Harker llega al castillo del conde. Y fue en mayo de 1897 cuando Constable Press, de Londres, editó por primera vez la más famosa novela de Bram Stoker

Antes de partir al puerto fui a retirar una capa para completar mi atuendo. Un amigo me había dicho que la había dejado para mí en su lugar de estudios. Pero no estaba, o no pudieron encontrarla. Partí sin ella. Iván Montecinos vivía entonces en el cerro Cárcel, en la casa del poeta Enrique Moro. Tuve que subir por una escalera que se había transformado en una auténtica catarata. Apenas entré al recinto reparé en una capa negra, mucho más hermosa que la mía, que pendía de un clavo en la pared. Era del poeta, quien esa noche no regresaría a casa. Ni corto ni perezoso me la colgué a los hombros. Sincronía o casualidad, como guste el amable lector. Pero debo decir que esta clase de sucesos han menudeado desde entonces en los llamados “Mayo vampiro”

Y llegó 1997. El lugar elegido para el centenario - la Abadía Montecarmelo, en Santiago- cumplía todas nuestras expectativas, por su belleza y su aura gótica. Aún conservo el programa.
El lunes 5 de mayo se exhibió el Nosferatu de Murnau, junta a una charla mía que titulé "Presentación del Conde Drácula, Vampiro”, robándole el título al escritor argentino Jaime Rest; el martes, el Drácula de Tod Browning con Bela Lugosi fue acompañado por "La Nueva Estética Gótica", a cargo de Felipe de los Ríos; el miércoles, le tocó el turno al primer Drácula de la Hammer (Terende Fisher, 1958) y a Miguel Ferrada con "Vampiros en Nueva Orleáns"; el jueves, otra de la Hammer (Drácula vuelve de la Tumba, Freddie Francis, 1968) con la charla "Los Monstruos en el Cómic", por Roberto Alfaro. El viernes era el cierre de la semana, Junto al Drácula de Coppola se programó un evento especial que no quedaría sin dejar huellas.

Cabe decir que en la capilla de la Abadía caben unas 150 personas. Ese dia el público ascendía a unas 600, por los que se habilitó el patio principal, donde fueron instalados telones, micrófonos y un proscenio que tendría una gran protagonismo en lo que iba a suceder una vez terminada la proyección de la película. El maestro de ceremonias era Miguel Ferrada. Él mismo fue el que invitó a los no muertos de diversas estirpes a ocupar el proscenio. Debí pensar entonces que esa concentración de vampiros procedentes de los cuatro puntos del orbe en un solo lugar no dejaría de tener consecuencias. Y no me refiero a las más inmediatas y dramáticas. Cuando los no muertos terminaron de desfilar frente a los circunstantes, deleitados y atemorizados, Ferrada llevó a cabo el broche de oro, la guinda de la torta. Para compensar la delicada gentileza de los vampiros asistentes, no encontró nada mejor que ofrecerles como regalo a las 600 personas que miraban el desfile. Y los revenants acometieron, causando el pánico y la desbandada general. De entremedio del publico surgieron unos “vampire hunters” que habían estado camuflados, formándose una batahola que no fue suficiente para detener la sed de sangre de los recién llegados. Una chica fue arrojada al suelo y mordida varias veces. Algunas personas, presas del terror, se arrojaron a la calle saltando por sobre las puntiagudas rejas que cierran el perímetro de la Abadía. Algunas se desgarraron la ropa y las carnes, y las puntas se cubrieron de sangre, misma que, según cuentan algunos, fue lamida después por el penaggalang, un vampiro malayo invitado especialmente horrible. El único registro escrito que he encontrado de este incidente inaugural aparece en Manto Negro, el libro de César Mancilla de reciente edición.
Se dice que fue a partir de ese momento que el término “dark”, usado hasta entonces para los cultores de una estética más o menos vampírica, dio paso al de “górico”. Otras consecuencias serían más graves y otra época se abriría paso, trayendo eventos como la serie fotográfica de Ricardo Chávez titulada Revenant – Avatares del Vampiro. Pero eso ya corresponde a otra era y a otra crónica.

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