Soy tan inteligente, que leo, por Sascha Hannig, Fantastica Review



Soy tan inteligente, que leo



¿Por qué los niños no leen? ¿Por qué en Chile no se lee? ¿Culpables? El escenario para los escritores –vivos- en Chile a veces se ve negro.


Por Sascha Hannig

Originalmente publicado en Fantastica Review 3

 


Tailandia nos gana en lectoría, Colombia nos gana en lectoría. Argentina, Filipinas, India, Francia, todos son países cuyos habitantes leen en promedio sobre 5 horas a la semana.
Se puede hacer un recuento sin fin de estadísticas y comparaciones, pero la verdad es que los números sirven sólo para respaldar con datos algo evidente y en el fondo, son solo datos. En nuestro país se lee poco. No es el país que menos lee, pero, ya que nos gusta ver el jardín del vecino, leemos muy poco.

¿Dónde estás, Chile? Siempre se expone la misma teoría: el impuesto a libro, la mala educación, la falta de cultura. La verdad tengo sentimientos encontrados con esta afirmación.
Sobre el impuesto al libro, lo encuentro algo tan simple que me sorprende que siga siendo polémica. Muchas veces lo he discutido con colegas y amigos. La diferencia de un libro que vale $10.000 pesos sin IVA es de $8.100, teóricamente el mercado se abre, pero sigue siendo caro para quienes no pagarían $10.000 pesos. La recaudación de dichos impuestos, en un Chile donde supuestamente no se lee debería carecer de impacto en el “desarrollo social del país” ¿O sí? (¿o no?) Bueno, un bono menos para los diputados, quizá. Lo que me parece ilógico es que habiendo hecho una reforma tributaria transversal, habiendo aplicado medidas para subirle el impuesto a todo, con el principal objetivo inyectar dinero a la educación para mejorarla, no hayan aprovechado dicha reforma para solucionar dos problemas de toda la vida: la centralización y el impuesto al libro. Y es que, aun cuando es cierto que en números, dicho cambio no es profundamente relevante, en lo cultural hubiera dicho mucho. Porque se le hubiera dado valor a lo que tales libros hacen por la sociedad y la cultura.

Efectivamente creo que no aprender, o mejor dicho, no tener curiosidad para profundizar en temas que nos interesen, radica en una falta de cultura. Defiendo tanto a aquel que haya leído toda la serie de clásicos de la literatura barroca como a aquel que sepa todo sobre los autos ¿Por qué? Tan simple como que todos tenemos gustos diferentes y al forzar a la homogeneización de una única línea de aprendizaje, se logra que se dividan en dos polos: los frustrados, que no comparten dicha línea, y quienes adopten la “superioridad” intelectual, simplemente porque comparten gustos con las tendencias de evaluación académica.

¿Dónde quedaron los libros? ¡Están en todas partes y hay de todos los tipos! El problema es que solo algunos parecen ser importantes. Se argumenta que hay que hacer que los niños lean más, que adopten hábitos que continúen durante la adultez. Sin embargo, creo que Chile no lee por lo mismo: nos trauman desde niños, y dicho trauma se refleja incluso a nivel social. Los planes de lectura imparten dentro del currículo escolar la instrucción de leer para rendir una prueba, y lo peor es que dichas pruebas pueden ser, o forzadamente objetivas, o hilarantemente subjetivas. Desde pequeños se les inculca a los niños que leer es una obligación, que si no les gusta un libro son ellos los que están mal porque es “necesario” que conozcan la “buena literatura”. Desde que somos pequeños, destruyen la idea de que leer pueda ser simplemente un medio para satisfacer una necesidad intelectual, para satisfacer la curiosidad o para tener más herramientas para crear o para aprender sobre algo que realmente nos interese.
¿Quién decide qué se lee?, me parece que la clave debe estar en fomentar el gusto por la lectura antes de las habilidades de lectura. Cuando era niña, si comenzaba a hablar mucho de los gatos, me compraban un libro de gatos; si mi hermano jugaba con autos, le pasaban alguna revista antigua de ese tema. Así comencé a interesarme en los libros. Luego me compraron Harry Potter, me explicaron más o menos de qué trataba y cuando había leído dos páginas, me di cuenta que además de aumentar mi curiosidad, podría descubrir cosas a través de las palabras. Desee ir un paso más allá e incluso comencé a escribir. No gracias al currículo escolar.
¿Mi conclusión? Coartar la libertad de los niños de leer cosas más allá de lo que les obligan, solo genera competencias negativas. (Claro, se puede asignar un libro para todo un grupo, pero si se espera que ese libro transmita valores, no si se quiere generar odio hacia las letras en los alumnos básicos y secundarios.)

Las pruebas clasifican la medida en que los alumnos lograron captar la impresión que el libro dejó en analíticos y planificadores curriculares. Muchos profesores van contra esta norma y generan maneras creativas de evaluar o darles más opciones a los alumnos, pero cuando no se agarra el gusto por la lectura desde un principio, es muy difícil adquirirlo a pesar del esfuerzo que dichos educadores ponen en sus clases. Además, Wikipedia, las películas, El rincón del vago o las millones de páginas de internet abundantes en resúmenes de libros, han fomentado la pillería de los niños que no leerán si pueden evitarlo. Luego, se genera la llamada “élite” de lectores, aquellos niños que crecen leyendo y saben que son “minoría”. En resumen, creo que no se trata de eliminar la lectura en el colegio, sino de abrir las posibilidades a los niños, de, al menos, dejarles leer entre varias opciones, que puedan analizar lo que leyeron según sus gustos. Si se tiene que evaluar, asegurar además, entregar herramientas de análisis antes de hacerlo, hacer ejercicios de comprensión lectora antes de obligar a tenerla por “default”.

¿Qué pasa entonces con los grandes clásicos, o las lecturas de mayor complejidad? ¿No es importante que se lean? Por supuesto que sí, pero si son “grandes obras” son, en sí, interesantes de leer ¿no? Se puede hacer una aproximación conceptual a las obras para explicar su atractivo. Pueden darse a leer extractos y fomentar la apertura de mente de los estudiantes. Explicar la gracia del Quijote de la Mancha: un texto antiquísimo considerado la mejor obra en español, acerca más a los lectores que decir “lean estas 500 páginas de español antiguo en un mes”. La lectura tiene, como alguna vez escuché de una colega, “un pésimo marketing”.

Mi gran problema con ese plan de lectura actual, es que dichas pruebas nos generan la visión cultural de que la lectura es “para los inteligentes”, no para todo el mundo. Alejan al posible lector, porque echan para abajo otras formas de leer, que pueden ir desde páginas en internet hasta comics. Si no se lee, no se desarrolla la redacción ni la ortografía y esa elite de aquellos pocos lectores se ensimisma en la diferenciación del “hombre común”.

En conclusión, si se quiere plantear la lectoría como un problema nacional, hay que hacer un mea culpa transversal. Los cambios culturales se logran cuando todos, en la totalidad de los niveles participan poniendo un granito de arena, al ponerle mejor cara a los libros, podemos lograr que la lectura deje de ser un castigo.

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