TESTIMONIO: Entre lo convencional y la ficción, por Fabian Cortez



TESTIMONIO: Entre lo convencional y la ficción


Fabián Cortez

Autor de Los Peregrinos (Simplemente Editores) y Requiem para Tahinus (Editorial Puerto de Escape)


Hablar de uno mismo no siempre resulta tan fácil, porque se tiende a buscar un punto de inflexión entre modestia y vanidad; entre orgullo y sumisión, aunque con frecuencia algunos terminan exagerando estos valores o sus opuestos. Sócrates dijo: "El orgullo divide a los hombres, la humildad los une" y en tal sentido, yo opto siempre por la unión.

Qué puedo decir, mis primeros pasos en el mundo de lo fantástico los di en mi niñez, cuando acompañaba a mi padre a esos boliches de intercambio de “novelas de a duro” allá en los barrios de Recoleta, Santiago de Chile. Cómo olvidar ese olor a añejo que despedían los millares de textos de bolsillo, rancios y cuyas hojas hirsutas ya calificaban como papiros, de romos ajados que poblaban los estantes de aquel recinto en la avenida El Roble. Sus empastes exhibían ese arte de paisajes cósmicos, donde prevalecía la indefensa heroína, semidesnuda y a merced de un engendro; verdaderos avatares de la cultura pulp.

Recuerdo que mi “viejo” era un amante de esas historias fantásticas nacidas de la pluma de autores en su mayoría españoles, de la década del setenta, que apostaban más a los relatos en su mayoría inverosímiles que a la calidad literaria. Aunque para un niño de mi edad resultaban atrapantes en su trama, bueno así fue concebido el pulp. Por mis manos desfilaron colecciones como: “Robot”, “La conquista del espacio”, “Héroes del espacio”, “Luchadores del Espacio”, etc. Recuerdo que una de las favoritas de mi progenitor fue “La saga de los Aznar” de Pascual Enguídanos, quién usaba el seudónimo George H. White.

Ya en mi adolescencia, fui incorporando a autores de mejor estirpe. Mi favorito en aquel entonces fue Julio Verne, precisamente por ser capaz de mirar más allá de lo que en su época era posible imaginando ingenios y artilugios muy adelantados para su tiempo, así como viajes a lugares fabulosos como el centro de la Tierra o tan distantes como la Luna y que en aquella época parecían imposibles. Con Isaac Asimov y Philip K. Dick me introduje en el fascinante mundo de la Inteligencia Artificial y la interrogante sobre la convivencia entre el hombre y la máquina, o las distopías, de futuros golpeados socialmente. Posteriormente con HG Wells, Ray Bradbury y Arthur C. Clark me sumí en la búsqueda de la vida en otros mundos y el contacto con entidades de intelecto superior o las llamadas E.B.E. (Entidades Biológicas Extraterrestres). Así la lista de autores comenzó a crecer tanto en nombres como en diversidad de temáticas.

Con el pasar de las décadas me enteré de la existencia de plumas nacionales que se arriesgaron a incursionar en la ciencia ficción y lo fantástico. Entre los más contemporáneos cito a Elena Aldunate, Hugo Correa, Antonio Montero, Héctor Pinochet Ciudad y Diego Muñoz Valenzuela, fui incorporando a otros más recientes.

El talento de estos maestros de la fantasía y de las llamadas novelas de anticipación especulativa o ciencia ficción me inspiró, y fue entonces que di rienda suelta a la pluma y comencé a borronear mis propias quimeras. Más tarde mi círculo de amigos y familiares, así como aquellos que forman parte de la red de contactos que uno logra acumular en una vida, me sugirieron dar el salto a la publicación de alguna de mis obras. Luego de darle vueltas al asunto finalmente consideré que primero tenía que quitarle las aristas a mi narrativa para hacer aflorar la calidad literaria. Fue entonces que conocí a Diego Muñoz Valenzuela por allá por el año 2008 o 2009, no lo recuerdo bien, pero de lo que sí tengo certeza, es que nos une una gran amistad. Reconozco que los primeros meses fueron como los del infante que a tropiezos y despeñadas logra dar sus primeros pasos, así mis escritos fueron sometidos a la ardua crítica de los colegas talleristas y del propio maestro. A punta de lápiz fui adquiriendo la experiencia necesaria hasta ganarme el reconocimiento de mis pares y de maese Diego. No fue fácil y hoy medito en que valió la pena, aunque el aprendizaje no termina, pues soy apenas un novicio en este noble arte.

El rigor de ese obraje me permitió publicar el año 2012 con Simplemente Editores Editorial, mi ópera prima de ciencia ficción: “Los Peregrinos”. Se me vienen a la memoria las palabras expresadas por Fernando Jerez durante su lanzamiento en la 32° versión de FILSA: "…me he sumado a este acontecimiento de la aparición del primer libro de Fabián Cortez González. A celebrar su condena, porque de ahora en adelante estoy seguro que no parará más, y nos seguirá entregando nuevos libros, y se consolidará como escritor. El sueño del hombre por averiguar el infinito y superar las leyes del orden natural, para entender algo más de dónde viene el mundo y hacia dónde va, se aprecia con singular fuerza en los escritores de literatura fantástica, de aventuras de ciencia ficción..., queda de manifiesto que nuestra realidad, la realidad que vivimos en la tierra, no es suficiente ni debe aceptarse como el único mundo posible."

Debo recalcar que aquella fue una experiencia dividida entre la emoción del escritor novel y el estrés que la severidad del programa de Feria Internacinacional del Libro de Santiago impone a las editoriales independientes. Lo destacable de esa jornada fue contar con la presencia de dos escritores del mundo literario tradicional que aceptaron el desafío de presentar una novela de ciencia ficción. Tal fue el caso de Fernando Jerez y Diego Muñoz Valenzuela, que si bien ha publicado una trilogía que tuvo su génesis en Flores para un ciborg; él, más bien, se ha enfocado en temáticas algo alejadas de lo fantástico. Y como broche de oro, moderó aquella presentación el también prosista Max Valdez. Aquello fue, diría yo, un acontecimiento peculiar y por ello me siento afortunado.

Tras el lanzamiento de Los Peregrinos fui gentilmente invitado a integrar las filas de la Corporación Letras de Chile, con quienes comencé a participar en los programas de lectura en aulas, donde tuve el honor de compartir con autores de renombre, artesanos de la palabra con vasta experiencia y reconocimiento que buscaban fomentar la lectura en los jóvenes. Recientemente me integré además a la Corporación Tinta Negra que agrupa a autores principalmente de la quinta región.


Para referirme a Los Peregrinos citaré las palabras de Diego Muñoz, quién la tildó como: “…una ficción con pulso, seductora por la profundidad del mundo que describe desde miradas tecnológicas y culturales. La acción alcanza por momentos un vértigo extremo, deseado por un lector del género. Los elementos antes mencionados, matizados con el ejercicio de la fantasía maravillosa y la ansiosa búsqueda del amor, enriquecen la historia, dotándola de una multiplicidad de ángulos atractivos. Muchas interrogantes plantea a sus lectores esta novela.

Debo recalcar que Fernando Jerez fue acertado en su vaticinio, pues en Julio del 2015 publiqué mi segundo libro titulado: Réquiem para Tahínus, esta vez bajo el alero de Puerto de Escape y que fue lanzada en el Centro Cultural de España y presentada por Diego Muñoz y Marcelo Novoa. Es una obra que el autor Mario Bustos Ponce catalogó como: “…una novela corta que, en principio, pareciera encuadrarse de lleno en el género fantástico, por cuanto nos presenta personajes, razas y mundos absolutamente alejados de los contextos y ambientaciones tradicionalmente aceptadas como “verosímiles””. El mismo Diego la citó como: “…una ficción construida con excelente pulso narrativo. Nos llevará a un mundo desconocido, aunque posible y verosímil desde la visión del narrador que nos convence de ellos. Será una lectura provechosa de la que saldrán enriquecidos y gratificados, sean o no asiduos a la ciencia ficción. La trama no es ajena al amor, a la lucha por la libertad, a la anticipación tecnológica, ni al ritmo de una aventura tipo thriller. Su fantasía nos alejará de la realidad, mas pronto nos retornará a ella a través de la reflexión que genera, conducidos por la ágil pluma de Fabián Cortez”.

Me halaga enterarme que ambas novelas tienen sus adeptos, haber seguido los consejos del mi mentor me ha permitido escribir de ciencia ficción y fantasía con una narrativa que motiva al lector a dejarse atrapar por la trama, entregarse a las vivencias de sus personajes e ir en la búsqueda de la verdad junto a ellos. Cautivados ya sea por el misterio, la aventura, el amor, la adrenalina o el sentimiento de lo fantástico o la anticipación presente en ella.

Bueno, quienes nos atrevemos a ver más allá de lo que las leyes de la física dictaminan, somos tildados de ilusos, pero créanme cuando les digo que no es fácil para nosotros construir historias que desafíen la imaginación y hacerlas creíbles, respetando la verosimilitud en todo su contexto. No se trata de escribir de cualquier cosa fantástica por el sólo hecho de hacerlo. No. Buscamos explorar aquellos nichos que permiten abrir puertas al debate sobre temas no cotidianos, aquellos donde la filosofía deja planteadas las preguntas y nosotros las abordamos proponiendo posibles respuestas. Donde la ciencia oficial se ve limitada por el método científico y sólo se anima a proponer hipótesis para la posible explicación de los hechos, cuanta más información se recopila, pasan a convertirse en teorías, leyes y axiomas.

¿Cuáles son esas preguntas?, pues aquellas relacionadas con el origen de la especie, su evolución, su forma de pensar, su destino, su naturaleza, sobre su relación con las máquinas o la inteligencia artificial que es obra de su propia mano, acerca de aquellos mundos paralelos y seres extraordinarios que el imaginario colectivo encierra en lo que comúnmente llamamos mitos. Sobre el origen de la vida y su diversificación tanto en nuestro mundo como fuera de él. Respecto de la inteligencia, aquel factor que la biología no considera preponderante en la evolución de las especies y que podría hasta ser tildado de un hecho fortuito o producto de la mano divina. Acerca de otras entidades de intelecto superior, que si han influenciado o no nuestra propia evolución como especie. En fin.

Quisiera citar ciertas teorías del ámbito de la psicología y la antropología que señalan que la inteligencia del hombre o, dicho de otra forma, el momento en el que el hombre se diferenció de los animales fue cuando comenzó a soñar. Cuando su mente imaginó la existencia de una vida más allá de la muerte desencadenando así el desarrollo de la imaginación que es la cuna de la creatividad: la característica que ha impulsado a nuestra especie a desafiar a la adversidad, a las fuerzas de la naturaleza y por qué no decirlo, incluso a Dios, tal como hizo Prometeo al robar el fuego a las divinidades olímpicas. Podría llenar líneas y líneas con frases célebres de sabios, científicos, filósofos, poetas y hasta hombres y mujeres destacados en la historia humana que nos repiten una y otra vez que, "toda gran obra del género humano nació de un sueño, de una idea que el común de la gente tildó de desequilibrada".

En ese plan estoy yo, decidido a perseverar para que la retórica fantástica ocupe finalmente un lugar de privilegio en el concierto literario nacional.


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