La ciencia ficción ecuatoriana en el 2019
LA CIENCIA FICCIÓN ECUATORIANA EN EL 2019
Artículo donado por Iván Rodrigo Mendizábal y publicado originalmente en Amazing Stories.
El año 2019 fue de poca producción en el
campo de ciencia ficción en Ecuador. ¿Desencanto o desinterés por cultivar este
género en el país? Ni lo uno ni lo otro, el género se escribe para un público
específico que prefiere o aventuras que tengan que ver con el futuro y el
espacio, o historias que motiven cierta reflexión.
Recordemos que en Ecuador la ciencia
ficción ya tiene alrededor de 150 años de tradición, empezando, con
probabilidad con ciertos cuentos de Juan Montalvo o de Juan León Mera, hasta
las obras fundadoras, en el contexto de la novela, de Francisco Campos Coello,
Manuel Gallegos Naranjo o Abelardo Iturralde G. (ver para el caso mi entrada en
The Encyclopedia of Science Fiction sobre Ecuador o el artículo “Novelas
fundadoras de la ciencia ficción de Ecuador”. Revista Cartón Piedra - El
Telégrafo del 6 de abril de 2018). Desde ese tiempo, la escritura de
ciencia ficción en el país se ha ido dando tímidamente interrogando al canon
literario y tratando de lograr un sitial.
Sí, hay una
historia. Quizá es desde la década de 1970 cuando la ciencia ficción
ecuatoriana tiene un importante despunte y se va manteniendo hasta el presente
año. En promedio, se podría decir, desde entonces, habría unas 7 obras de
ciencia ficción. Habría que decir que muchos de sus autores también trataron el
género fantástico, haciendo obras mixtas de importancia.
En el 2019
se ha detectado al menos 7 libros, entre novelas y de cuentos, algunos no necesariamente
de ciencia ficción al 100%, y 2 libros del género fantástico.
Brevemente
digamos algo de tales libros –indiquemos que la siguiente lista no establece
ningún ranking de importancia–:
Una
canción en la mitad de la nada (Cactus Pink,
2019), Álex Manosalvas. Es una novela ubicada en un Quito distópico. El
gobierno ha prohibido la expresión artística, peor si es la callejera, por lo
cual los que se atreven a romper con ese estado, son llevados directamente a la
cárcel. La historia es de un joven y su agrupación que, clandestinamente,
tratan de dejar una huella. El precio, naturalmente, es la soledad y el
desarraigo.
Misión
Antares (Libresa, 2019), Cristián Londoño Proaño.
Es una novela juvenil sobre un adolescente que sueña con ser astronauta,
embarcarse en una nave espacial a las estrellas. Cuando le llega el turno para
ir a un planeta muy similar a la Tierra, debe rendir una serie de pruebas que
incluso le harán conocer sus fortalezas. La novela está en la línea de las bildungsroman, es decir, las novelas de
aprendizaje: es ciencia ficción formativa.
Mi
amigo Quyllur (Letrasview_ec, 2019), Renato
Mendizábal Guillén. Es una novela para niños. Una misión de seres
intergalácticos procedentes de un planeta llamado de las “piedras mágicas”
llegan a la Tierra, a la Mitad del Mundo en Ecuador. Aunque al principio deben
esconderse y no ser capturados –porque además son pequeños–, luego traban
amistad con unos niños. El propósito es restablecer ciertas energías cósmicas
por medio de piedras que dichos niños deben portar. Historia también educativa
sobre el valor de la amistad, de la entrega, de la confianza en el otro.
Ecos
y cavernas (Cactus Pink, 2019), Alejandro
Veintimilla. Es un libro de cuentos con un cierto hilo común: en un futuro la humanidad
ha descubierto la posibilidad de ser parte de internet en un proyecto que se
llama Segunda Tierra; no se trata de lograr la trascendencia, sino que se sabe
que el alma puede codificarse y ser parte de una extendida forma simbiótica
entre tecnología y cápsulas orgánicas implantadas en el planeta. Son 12 cuentos
que alertan hasta qué punto la tecnología se ha sintetizado en lo orgánico.
Claramente los personajes o son cuerpos virtuales o son virus, o son parte del
paisaje simulado. Todo el control lo tiene el Navegador, ayudado del Antivirus.
El autor extiende sus inquietudes sobre la informática a la ciencia ficción: la
inmortalidad es posible, incluso si se tiene la posibilidad de reprogramarse en
diversos mundos virtuales.
El
cofre del arte (CEMBA, 2019), Roberto Falquez. Es
un libro para niños, ilustrado. Su finalidad es educar al arte. Fue escrito y
elaborado en conjunto con un grupo de niños y las ilustraciones fueron hechas
por la pintora Noy Balda. Lo que se ilustra es una aventura entre las obras de
arte de unos niños que se pierden en París; la vuelta al seno de su hogar
implicará desafíos y decisiones que los llevarán hasta el siglo XIX en una
especie de máquina de tiempo.
La
décimotercera forma (Cactus Pink, 2019), de Max
I. Vega. Es un libro de cuentos con 13 escenarios distintos, algunos
fantásticos, otros de tono histórico: la India, el medievo, ciertas abadías
europeas, la guerra que tuvo Ecuador con Perú en 1941, hasta, particularmente
un cuento, “El museo de Malakoff” situado en un punto subterráneo de Europa en
el 2196. El cuento es postapocalíptico, con la Tierra devastada y contaminada
por efecto de una guerra nuclear. Si hay sobrevivientes son los que custodian
el museo de Malakoff donde se guardan recuerdos o cosas de la antigua humanidad.
El causante del desastre es reanimado. El diálogo entre este y uno de los
guardianes tensiona la frágil memoria humana y el recuerdo del poder.
Identidades (Alfeízar, 2019), Diego Maenza. Es un libro de 13 cuentos,
algunos de tono fantástico y otros de terror. Lo que interesa a Maenza es
cierta reflexión filosófica sobre la condición humana. En dicho libro aparece
el cuento “Robohumanos”, sobre unos seres perfeccionados, mezcla
tecno-orgánica, más allá de los ciborgs. Se habla de una quinta guerra mundial
en el 2670 cuando los robohumanos, creados en laboratorios de un “pequeño país
sudamericano”, según el narrador, intentan reemplazar a los humanos –que además
se han envejecido–. Cuando los robohumanos se han multiplicado, intentan ahora
apoderarse del mundo. La fábula de unos humanos perfectos, traspasados por la
tecnología, es el temor del futuro.
El
beso de la sirena vampiro (Eskeletra, 2019), Ikah
Gabriela Loayza. Es una novela fantástica que también tiene el tono de una bildungsroman. Su personaje, al
principio queriendo enfrentar una maldición que está a punto de sacarlo del
mundo, en medio de intrigas de palacio, decide reemprender su camino en la
búsqueda de una sirena-vampiro. Tal camino le hará descubrir la magia. La
autora escribe una novela sobre la posibilidad del amor; la historia que narra
es una metáfora del encuentro con el futuro y el desencuentro con el pasado. El
camino de aprendizaje es quitarse las ataduras del poder.
Los
dragones de Lumbre (Santillana, 2019), María de
los Ángeles Boada. Es una novela para niños fantástica. Es sobre un dragón
joven que, tras desafiar a su padre, un viejo dragón, decide probar suerte en
el mundo real, donde, aunque logra trabajos y aciertos, su torpeza le llevarán
al encarcelamiento. La novela, sin embargo, parte del deseo del padre que, ante
la proximidad de su muerte, desea restablecer su relación y liberarlo. Todo el
camino de reaprendizaje es de retos hasta lograr no solo la dignidad, sino
también la sabiduría dragonil. Como toda novela juvenil, esta es para enseñar
valores, respeto y, sobre todo, fortaleza y decisión ante las nuevas
oportunidades de la vida.
Esta es la producción ecuatoriana en el
contexto de la ciencia ficción y la fantasía. Esperamos que en el 2020 tal
producción se vaya incrementando.
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