Ilda Cádiz Ávila. "La tierra dormida", autora chilena de ciencia ficción

Ilda Cádiz Ávila. "La tierra dormida" (1969), autora chilena de ciencia ficción


Por José Hernández

(Originalmente publicado en revista LDP Magazine 48)

 

            Hace algunos meses, en la librería “Bajo los Hielos”, por medio de don Sergio Fritz -gran testigo del desarrollo de la literatura fantástica chilena-, adquirí un ejemplar de “La Tierra Dormida”, el primer libro de Ilda Cádiz Ávila.

            Soy consciente de mi entusiasmo con este hecho, porque, en primer lugar, es un libro publicado en 1969, quizás en octubre, ya que en sus últimas páginas indica que la fecha de impresión fue el 15 de septiembre. Hay que ser cuidadosos. Rememoro el caso de “Herencia”, de Edgar Unger, escrito a fines de la década de 1950, terminado en los 70', presentado en la década de 1990 y finalmente publicado en 2005.

            Cuando me refiero a Ilda Cádiz como una de las primeras escritoras de Ciencia Ficción chilena, lo hago en base a dos principios. Primero, la ciencia ficción entendida como una obra literaria ambientada en el futuro, con predominancia de aspectos tecnológicos -no necesariamente un novum-, y que hoy en día pueda ser catalogada como literatura de Anticipación. El otro principio es que, independiente si la obra es una colección de cuentos o una novela, mientras la mayoría de los cuentos sean de ciencia ficción y éstos compongan un libro, entonces entra dentro de esta clasificación.



            Pues bien, “La Tierra Dormida” de Ilda Cádiz Ávila cumple estos dos principios. Primero, porque su obra está compuesta de 13 cuentos, de los cuales 9 se pueden clasificar como “ciencia ficción” al estilo de Asimov o, incluso, de Bradbury. Los otros 4 cuentos son fantásticos, es decir, dejan un espacio para interpretación de si lo sucedido es real o no. Maravillosamente, esta colección de cuentos -de 123 páginas-, se llama “La tierra dormida. Cuentos de fantasía y anticipación”. Fíjense que dice “Anticipación”, no ciencia ficción.

            Tres de los cuentos de ciencia ficción -o, en sus términos, de anticipación-, corresponden a un mismo tronco, la tierra congelada por un devastador cambio climático que se manifiesta como una era glaciar cuya causa es la afección de la atmósfera tras guerras nucleares, tan temida luego de la II Guerra Mundial.

            Se percibe la unión de estos cuentos y quizás la conformación de una línea argumentativa para una novela mayor, pero, quizás la juventud o la gran dificultad para publicar, dieron otros planes a esta obra. Los cuatro cuentos fantásticos -que ella fija como “fantasía”-, tienen como ambientación un relato detectivesco, una versión propia de El curioso caso de Benjamin Button (de F. Scott Fitzgerald) y dos relatos muy fantásticos. Pero el objetivo de este artículo es destacar la obra de Cádiz.

            En primer lugar, es uno de los primeros libros con una mayoría de cuentos de ciencia ficción. Segundo, ella los considera de “Anticipación” o, al menos, puedo arriesgarme a decir que estuvo de acuerdo con esto, puesto que el libro no indica una editorial, sólo que fue impreso en los talleres de Arancibia Hnos., en Santiago, y cuyo registro de propiedad intelectual corresponde al n° 36.673. Fuera de estos datos, la intervención de terceros parece corresponder al diseñador de la portada Carlos Pelegri Z., y contó con la ayuda, en palabras de Cádiz, de “Olga Arratia, la escritora amiga, por sus estímulo y valiosos consejos”. Esta poca variedad de interventores nos lleva a pensar que la obra es casi una autoedición, siendo esta afirmación rebatible sólo en el aspecto de contar con un diseñador de la portada. Aparte de esto, surge un misterio. ¿Por qué llamó a las obras como “anticipación” y no ciencia ficción? Desde el punto de vista actual, en cuanto a la teoría literaria, “anticipación” es mucho más certero que “ciencia ficción”, siendo este último concepto muy ambiguo, indefinible, derivado de un anglicismo, sin embargo, más conocido y popular en ese tiempo. Conjeturando una respuesta, el motivo puede radicar en que la era de los pulp de ciencia ficción fue peyorativo para el término, mientras que “anticipación” era más cercano a una forma de diferenciarlo de la corriente pulp y, por otra parte, en esos años, usar el término de anticipación equivale a lo que hoy es ocupar el término “literatura de borde”, es decir, una innovación y uso más certero de las categorías.

 

“Ilda Cádiz Ávila, autora de estas páginas, ha escrito por largos años con el seudónimo de Dolores Espina”.

Más allá de esto, es tarea de las futuras investigaciones ahondar en esta autora, descubrir patrones, información y reconocerla como la primera escritora de ciencia ficción, o, nuevamente, en sus palabras, “de anticipación” de nuestro país, para diferenciarla de Elena Aldunate, quien, a mi parecer, tiene menos de uno de los principios mencionados anteriormente: los elementos tecnológicos como elementos con gran presencia en el argumento.

De Ilda Cádiz se conoce bastante información como persona y autora de algunas investigaciones históricas, pero es muy poco lo que se sabe de ella en el impacto que causaron sus libros dentro de la literatura fantástica chilena (Pues en la década de 1980 escribió un libro llamado “La casa junto al mar” que consiste en otra colección de cuentos) y la manera en cómo ella interactuó con otros representantes del género de ciencia ficción chilena.

 

 


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