Ciencia ficcion (CF) a dos, tres o más manos
Ciencia Ficción (CF) a dos, tres o más manos…
Originalmente publicada en el blog El continuo Cronn, de la Asociación de literatura de ciencia ficción y fantástica chilena.
Por Marcelo Novoa*
¿Qué hice primero? ¿Leer novelas CF o ver Películas CF? Hoy esa pregunta resulta irrelevante, pues ambas actividades fueron una misma cosa para un adolescente ávido de universos soñados e ideas imposibles; rumiando ir más allá, fuera de este mundo, o casi. ¿Y luego, cuando descubrí la CF en lengua española, qué?
Por
eso, estas breves recomendaciones de cine CF, se topan irremediablemente con
algunas de mis novelas favoritas e imperdibles del género, además que con el
tiempo descubrí que existían clásicos ocultos, ignorados o casi invisibles, en
nuestra propia lengua. Y aquí los dejo consignados todos ellos, juntos y
revueltos.
Empecemos
por casa, pues como algunos sabrán, o bien ahora mismo se enterarán, he
publicado la antología más exhaustiva sobre el tema, pero en Chile… Sí, “Años
Luz. Mapa Estelar de la Ciencia Ficción en Chile” (2006) reúne 36 autores
de casi un siglo de escrituras olvidadas que esperan asombrar, entusiasmar y
provocar a más de un descreído lector patrio. Por ello, parto recomendando a
Hugo Correa, nuestro hombre en las estrellas. “Los
Altísimos” (1959) su novela de exportación, alabada
por Bradbury y traducida a 6 idiomas no desmerece ante sus iguales
anglosajones. Y si no quiere leer tanto, pase a sus cuentos: “Cuando Pilato
se opuso” (1971) que además de muy bien escritos, contienen una joyita de
otro mundo: “Alguien Mora en el Viento”. Uno de esos clásicos
instantáneos. Que, ojo, debiera ser lectura obligada en nuestros aburridos
colegios sin imaginación…
Vamos
a los títulos y autores universales. Eso sí, antes debo aclarar, para no
ofender a los enterados de siempre, que dejaré de lado obras que no necesitan
presentación alguna como “Metrópolis”,
“La guerra de los mundos”, “2001
Odisea Espacial”, “Blade
Runner” y todo un arsenal de etcéteras que usted
podrá agregar apenas deje de leer este artículo. Pues así como el género existe
casi desde la invención del cine -mientras Méliès viajó a la Luna y al fondo
del mar, los hermanos Lumiere esperaban la llegada del tren a París- así, las
películas CF también poseen sus clásicos en toda época y país.
“La isla del doctor Moreau” (1896) del británico H. G. Wells.
La novela no es tan conocida como La
máquina del tiempo, La guerra de los
mundos o El hombre Invisible,
pero es quizás la más inquietante, pues este libro deforma los Viajes de
Gulliver hacia una parábola evolutiva blasfema, con escenas de terror animal
muy bien logradas. Paralelamente, la cinta basada en otra novela suya “Los
primeros hombres en la Luna” (1964) de Nathan Juran,
describe con mucho humor british el encuentro desastroso con una
civilización selenita tan depravada como decadente. Y si de anómalos visitantes
se trata, nada mejor que revisar al adelantado cubano, Ángel Arango y sus
contactos extraterrestres en la selección ya clásica: “¿Adónde van los cefalomos?” (1964).
“El hombre en el castillo” (1963), por Philip K. Dick, es la novela fundamental de este
autor gringo. Con personajes complejos, múltiples líneas argumentales, trama
intrincada, colapsos de realidad. Dick patentó este universo alternativo
(ucronía) donde los nazis y japoneses ganaron la guerra, pero perdieron la
razón. En el cine, podemos compararla, sólo por tono y atmósfera con “Naves
misteriosas” (1971) de Douglas Trumbull, especialista
en fx de 2001 y Star Wars, quien realiza una película ecologista más bien hippie.
Con una nave invernadero fastuosa, un astronauta enloquecido y los mejores
robots “creíbles” del cine, aún se deja ver esta pausada, melancólica y
desesperada filmación futurista. Y detrás de la sombra alargada de Borges, un
patricio argentino, Adolfo Bioy Casares ha escrito algunos de los mejores
relatos de anticipación, pero aquí me quedo con su novela de amores imposibles
a través del tiempo, “La invención de
Morel” (1968).
“Cuna de gato” (1963)
de Kurt Vonnegut, a pesar de toda la extrañeza que provoca su prosa, el brutal
apocalipsis narrado por este autor es una sátira despiadada e hilarante del
actual mundo consumista. Sólo se puede comparar con “Brazil”
(1985) de Terry Gillian, que mezcla un cóctel indigesto de Orwell,
Kafka, Pop Art y un sin sentido políticamente incorrecto que la vuelven
recomendable para quienes aún descreen de este Nuevo Orden Mundial. Mario Levrero, un Kafka uruguayo del
siglo XX, escribe inquietantes parábolas inextricables, como su trilogía de
fábulas crueles: “La ciudad” (1969),
“La zona”(1970) y “El lugar” (1972), que nos recuerdan el
aciago destino común a todos los latinos: perder para vivir otro día...
“Picnic en Paraíso” (1968)
de Joanna Russ. Aunque su siguiente novela, El
hombre hembra, fue más controvertida, esta serie de cuentos sobre la
aventurera Alyx, demuestra sin polémicas que las mujeres también pueden ser
heroínas. Aparte de Jane Fonda y su personaje Barbarella, la Tte. Ripley de Alien
o Trinity de Matrix, pocas
mujeres ocupan lugares destacados en la cf cinematográfica. Un caso raro, por
decir lo menos, es la adaptación del comic inglés noventero: “La
chica tanque” (1995) de Rachel Talalay. Imaginería
kitsch, humor absurdo, actuaciones desmedidas en una recreación del mundo de
Mad Max, pero en versión ultrafeminista…Una cosmonauta chilena con pasajes para
el tercer milenio, con sus cuentos feministas y mágicos, volátiles y dolientes,
nos propone un desenlace otro para la condición de la mujer latina. Desde “Juana… y la cibernética” y hasta “La bella durmiente”, todos contenidos en
el volumen de rescate: “Elena Aldunate.
La dama de la ciencia ficción”
(2011).
“Nova” (1968) de Samuel R. Delany, escritor cf
de color, agota cualquier alusión mitológica que no haya sido explotada por
Zelazny, aunque aquí lo hace a escala galáctica. Space opera llena de
personajes singulares, conceptos literarios cultos, física especulativa y gran
lenguaje poético. A cambio, “Zardoz” (1973)
de John Boorman es peculiar desde cualquier ángulo, casi sin efectos, pero con
un sólido guión, sus personajes circulan semidesnudos casi todo el film. En un
futuro incierto, contaminado, la casta dirigente se refugia en la eternidad,
sucumbiendo al hastío, roto con la llegada del bárbaro vengador (un Sean
Connery irreconocible como pre-Conan…). Y para todos aquellos que lo
desconocen, un clásico pop por donde se le mire: Rafael Pinedo escribe “Plop”
(2002) con el que obtiene el premio Casa de las Américas, este argentino
prontamente fallecido, ha creado aquí la distopía apocalíptica latina que mejor
describe una vuelta de mano a la vida salvaje, nómada y tribal, sobre las
ruinas de la Tercera Guerra Mundial.
“La mano izquierda de la
oscuridad” (1969) de Ursula K. Le Guin: repleta
de detalles antropológicos, con complejos narradores y personajes distintos muy
bien descritos. Trata sobre sexualidad alienígena y nuestros prejuicios
terrestres. Sobre la misma temática, la subvalorada “Enemigo
Mío” (1985) de Wolfgang Petersen crea un escenario de
guerra interminable, donde dos guerreros de mundos contrarios deben sobrevivir,
desunidos por una amistad que se resuelve de manera inesperada, gracias a la
maternidad… Quizás el autor mejor dotado para el humor, la ironía y el doble
sentido es el cubano Yoss (aka José Miguel Sánchez), quien con su novela corta
(que crece en cada lectura) “Condonautas”
(2013) nos cuenta cómo serían las futuras relaciones diplomáticas
interplanetarias si estuviesen basadas en contactos del tercer tipo, eso
sí…sexuales.
“Muero por dentro” (1970)
de Robert Silverberg revisita la clásica historia del superhombre que lee la
mente, pero le agrega angustia existencial y la ubica en una Nueva York
post-Watergate. Lo mismo sucede con “Scanners”
(1981) de David Cronenberg, un futuro cercano, reconocible, donde
grandes conglomerados médicos cazan a los telépatas y la población los odia por
el simple hecho de ser distintos. El peruano José B. Adolph, avizora con cruel
exactitud, la actual anarquía del lumpen delictual que campea a sus anchas por
las ciudades y la opresión mediática de una clase media timorata y obsecuente
teledirigida por castas invisibles en “Mañana,
las ratas” (1974).
“Playa Terminal” (1971) cuentos de J. G. Ballard. Sus héroes desarraigados vagan a
través de paisajes devastados, como si se tratara de escenografías creadas por
Magritte o Dalí, entre carcasas vacías y sueños rotos, rodeados de artefactos
tecnológicos olvidados sus usos originales. En cambio, “Dark City” (1998) de Alex Proyas es un hábil juego de
espejos, una ciudad soñada que se desarma cada noche, un grupo de
extraterrestres experimentando con nuestras mentes, y los protagonistas, sin
poder saber del todo donde empieza la ficción y acaba la realidad. Personajes
inquietantes, oscuras locaciones, puro look gótico. Total. Aquí vale la pena
mencionar para no olvidar (recuerden que el autor es uno más de los “detenidos
desaparecidos” de las aberrantes dictaduras latinoamericanas), se trata de Héctor
G. Oesterheld, quien alcanzó un notable espesor narrativo, sobre todo en "El eternauta", que no es exagerado clasificar de gran
novela gráfica, y en sus series menores: "Sherlock Time" y "Mort
Cinder".
“Neuromante” (1984) de William Gibson
cambió para siempre la cf escrita. Una prosa comprimida, antihéroes que saben
de técnica, ambientes cosmopolitas, en un futuro muy cercano, pero a la vez,
triste y desolado. Ciencia ficción noir altamente recomendable para
melancólicos del futuro. A su vez, “Eterno resplandor de una mente sin
recuerdos” (2004) de Michel Gondry, es un melodrama
surrealista que vuelve a colocar a Jim Carrey en su faceta menos cómica. ¿Y si
pudiéramos borrar nuestros recuerdos? ¿Por qué no borrar también a quienes los
causaron? Esa es la premisa delirante del guionista Charlie Kaufman que generó
una interminable caja china temporal, sin principio ni final. Un lujo de guión
y unas actuaciones más que convincentes. Déjenme sumar una novela delirante y
contenida a la vez, homenaje-parodia, al mismo tiempo que tour de forcé y salto al vacío, pues todo eso es “El Clon de Borges” (2010) del
colombiano Campo Ricardo Burgos López.
Como
ven, ni pelis tan raras ni novelas tan rebuscadas, espero. Sólo un puñado de
filmes y otro tanto de páginas –en varias lenguas- para amoblar nuestras
mejores pesadillas para sudar frío por ese futuro aquí mismo, a la vuelta de la
esquina.
*
MARCELO NOVOA (Viña del Mar, Chile,
1964)
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