Alciffcon III: Testimonio Pedro Pablo Salas
(Publicado en Revista Apipolai N°4)
Como uno de los grandes especialistas de literatura fantástica chilena, Pedro Pablo Salas nos relata su participación en la ALCIFFCON III, durante los conversatorios. La conferencia en la que expuso fue: “Ecos del mañana: La historia de la ciencia ficción chilena, pero distinta sin serlo realmente, tal cual”. (Participaron: Luis Saavedra, Cristián Cisternas, Andrés Olave y Pedro Pablo Salas Camus)
“Ecos del mañana: La historia
de la ciencia ficción chilena, pero distinta sin serlo realmente, tal cual”.
Participaron: Luis Saavedra, Cristián Cisternas, Andrés Olave y Pedro Pablo
Salas Camus.
El panel, tal como indicaba su
título, se centró en la historia de la ciencia ficción (CF) chilena: sus hitos
fundacionales, su genealogía y su actualidad. Se inició con una discusión sobre
sus posibles orígenes, mencionando el folletín ¡Una visión del porvenir! O
el espejo del mundo (1875) de Benjamín Tallman y la novela Desde Júpiter
(1877) de Francisco Miralles. Si bien su clasificación como CF según los
criterios modernos es ambivalente, ambas obras presentan un cierto espíritu
científico en su aproximación a lo sobrenatural; un afán, digámoslo, didáctico
frente a la maravilla, que no busca solo deleitar y asombrar al lector, sino
también inducirlo, por así decirlo, a una visión lógica y racional ante lo
desconocido. Se trata, en definitiva, de una manifestación simbólica del
positivismo filosófico que imperaba a finales del siglo XIX y que encontraba su
eco en América Latina.
Cabe destacar, sin embargo, la
mención de Ocios filosóficos y poéticos en la Quinta de las Delicias
(1829) por parte de Luis Saavedra. En esta obra, el diálogo entre sus
protagonistas prefigura un futuro posible en tierras sudamericanas, lo que bien
le vale ser considerada la primera obra de literatura de anticipación en
nuestra región.
Definir una tradición de CF antes
de la irrupción de Hugo Correa resulta complicado. Según los panelistas, lo que
existía hasta entonces eran más bien obras singulares, destellos aislados:
novelas y cuentos que mezclaban la CF con la fantasía, probablemente sin una
conciencia clara de su pertenencia a estos géneros. Esto cambia radicalmente
con la publicación de Los Altísimos (1959) de Hugo Correa, el primer
escritor chileno en autodefinirse como autor de CF, quien incluso propuso
denominarla “realismo fantástico”. A partir de los años sesenta, en consonancia
con su trabajo, comienza a consolidarse una escuela de CF en Chile, con autores
como Antonio Montero (Antoine Montagne), Elena Aldunate, Ilda Cádiz
Ávila y otros.
Cabe destacar la intervención de
Cristián Cisternas, quien, contradiciendo la idea de una supuesta indiferencia
crítica ante el auge de esta llamada “Edad de Oro”, expuso cómo Alfredo
Lefebvre y otros críticos y escritores de la Octava Región reconocieron e
impulsaron tempranamente la literatura de anticipación en Chile.
Un interesante debate surgió al
momento de evaluar el legado de Hugo Correa. Si bien es indudable que la CF
chilena cuenta hoy con un circuito de producción y recepción mucho mayor que en
el siglo XX, el grado de influencia que puede atribuirse a Correa sigue siendo
objeto de discusión. Se abordó lo problemático de sus distopías, concebidas
desde una perspectiva conservadora que, eventualmente, mostraría afinidad
ideológica con la dictadura chilena. No obstante, se reconoció que Correa marcó
un precedente innegable al ser, quizás, el primer en autodefinirse como
escritor de CF y promover incansablemente su desarrollo.
Asimismo, se habló de la falta de
reconocimiento a Ilda Cádiz Ávila, prolífica escritora de Talcahuano, cuyos
textos de literatura de anticipación apenas comienzan a estudiarse con
seriedad. Otras escritoras, como Myriam Phillips, también están empezando a ser
valoradas en la actualidad.
La mirada de lo que la CF
devendrá nadie puede saberlo (y quizás sea, en sí misma, tema para los
escritores de nuestra literatura de anticipación). Sí sabemos, no obstante, y
aquí parafraseo las palabras de Andrés Olave, que seguirán produciéndonos
maravilla y deleite. Un viaje en el tiempo, digámoslo así, a nuestra capacidad
de asombro de nuestra niñez.
Pedro Pablo Salas Camus
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