Testimonio: Arturo Sierra en Congreso Futuro
(Publicado en Revista Apipolai N°4)
Estimabilísimo Señor Director, en salud, propongo a su consideración:
Manifestándome usted curiosidad sobre los hechos trascendidos, escribo con noticias que quizás sean de su interés y del interés de quienes prestan atención a la ciencia ficción en el país. El pasado sábado 18 de enero de este año del Señor 2025, tuve la extraña oportunidad de sentarme para hablar del género especulativo delante de unas ochocientas personas, según el aforo de la sala, que estaba rebosante. Autoridades, excelencias e ilustrísimas no sé cuántas había, pero el Congreso Futuro suele contarlas a montones entre su audiencia.
Junto a mí en el escenario se encontraban Carolina Varela, eminente editora al mando de Triada Ediciones, y quien hacía las preguntas, Julio Rojas, prohombre nacional que será conocido en nuestro ámbito —aunque sus contribuciones a otras literaturas son muchas y notables— por alguno de los podcasts que ha dirigido. Entre ellos, destacan el ya famoso “Caso 63” y el menos comentado, pero no por ello menos digno de celebrar, “Selección natural”. La curiosidad de usted por lo que hicimos y dijimos en el Congreso revela que ya sospecha algo. No puedo negarlo, se esconde en los hechos de conocimiento público un cuento más insólito, seguramente mucho más inverosímil de lo que usted intuye. Incluso me atrevería a usar esa palabra… Me atrevería decir lo que mi cientificismo materialista me impide pensar: diría, acaso, que ahí operaba alguna agencia sobrenatural.
No sabría contar cómo llegué ahí, a decir verdad. La primera semana de enero, recibí telegrama del eminente herr profesor Cristóbal V. de la Cuadra, preguntando si acaso tendría yo tiempo para aparecer en el Congreso. Según contaba en su breve mensaje, Julio Rojas había extendido la invitación a nuestra ALCiFF, la Real Academia de las Ciencias Ficcionales y Fantásticas Chilenas, pensando que contaríamos con algún miembro interesado.
Al propio C. V. de la C., sus investigaciones le impedían estar presente: entiendo que se encuentra escribiendo un tratado sobre los bien guardados secretos de algunos autores de la ciencia ficción latinoamericana, aunque no ha querido compartir conmigo más detalles. Entonces pensé que su parquedad se debía a la paranoia, pero hoy, sabiendo lo que ahora sé, me pregunto si no tendría conocimiento de cosas que yo solo comienzo a entender. Habría cabido suponer también que la invitación terminara en manos del Dr. Leonardo Espinoza, quien, carismático y siempre energético, es el rostro reconocible de ALCiFF, mientras que mi talante huraño y feo caracho son mejor quedados a la sombra. Sin embargo, el Dr. tampoco se encontraba a mano: sus exploraciones lo habían conducido a lo más profundo del Brasil, en pos de no sé qué misterios que esconde la jungla.
Luego recibiríamos noticias de que las nieblas espeluznantes que reptan sobre el Amazonas saben cómo mantener la región impenetrable. El Dr. cayó víctima de unas fiebres que por poco le cuestan la vida. Mirando atrás, me doy cuenta de lo que me negué a aceptar en aquel momento, que algo se oponía a nosotros. Más razones aun hubo para preocuparse —aunque yo no quise verlas— cuando se supo que había una tercera invitada al Congreso, otra autora de CF, pero resultó estar desaparecida sin explicación, incontactable. ¿No se amontonaba la evidencia? No me queda otra cosa más que esperar a que eso que nos persigue, que no puedo ver ni tocar o sentir, me alcance y ejecute su venganza sobre mis pobres huesos.
Lo cierto es que cuando acepté la invitación del profesor de la C. no caí inmediatamente en cuenta de cuán significativo era el asunto. Desde luego, sabía del Congreso, que ha contado con la participación de innumerables eminencias desde su primera sesión, el 2011. Tiene que haber sido el 2018 o 2019 —no recuerdo exactamente— cuando asistió nada menos que John Searle, cuya obra ha influido tanto en la filosofía de la IA: esa vez hice lo imposible por asistir, pero lamentablemente no conseguí entradas. Así, mi única experiencia del evento era a través de lo visto por en alguno que otro video, fragmentos dispersos tan difíciles de interpretar como los caracteres en esas tablillas de piedra que… pero eso no importa ahora. La cuestión es que no me hacía una idea plena de lo imponente que era la tarea ante mí. Despreocupado e ingenuo, anoté la fecha en mi calendario y no le di otra vuelta.
Sin embargo, al empezar las sesiones del Congreso, el lunes, comencé a percatarme de lo que implicaría mi participación. El público era incontable; las eminencias, eminentísimas, y el nivel de producción realmente abrumador. Asistí personalmente a algunas de las conferencias, otras las vi en línea, escuché hablar sobre IA, sobre ingeniería genética y electrónica, sobre ecología, cambio climático, medicina, y cuántas otras cosas peregrinas que ponen a prueba la imaginación. El tono, aunque cargado de advertencias, en general era optimista y prometedor. Yo, en cambio, me alarmé: a mí me tocaría aparecer en el último módulo del Congreso, como broche de cierre (no me atrevo a decir de qué metal). ¡Qué responsabilidad! ¡En representación de la ALCiFF, para más! Mis sueños se volvieron inquietos y sentí por primera vez que algo… Creía que se trataba de una anticipación de la mirada de todos esos espectadores, pero quizás era algo más lo que observaba desde los rincones, desapareciendo en cuanto encendía la luz.
El viernes, por interés profesional, asistí a la primera Cumbre Internacional de Filosofía, parte del Congreso que reunió a colegas de todas partes del mundo para ponerlos a hablar de lo que está por venir. Incluso antes de que empezara la discusión, tuve razones para sentirme aterrorizado. Los moderadores dedicaron unos minutos a saludar a las autoridades presentes: cuántos ministros, alcaldes, senadores y diputados, y cuántas otras personas de cuidado que quedaron sin nombrar. Camino a casa me puse a dar vueltas y vueltas en mi cabeza a lo que me tocaría decir al día siguiente, qué preguntas quizás me harían, qué respuestas podría dar para parecer ingenioso, pero no cargante, qué cosas me gustaría hacer saber al mundo de entre las pocas que yo sé.
Finalmente, no encontré otra manera de postergarlo, llegó el día. Llegué al lugar con el corazón casi en la mano, para ser recibido por la amabilísima Jacko González, quien cuidó de mí durante esas horas frenéticas. Ella me llevó a ser maquillado para las cámaras y a esperar mi turno. En esa sala me encontré también con Carolina, pero los nervios me impidieron reconocer en ella los síntomas de mi propio estado alterado. No parecía distinta de su habitual porte elegante y relajado, sin embargo a veces las apariencias esconden inquietudes subterráneas. ¿La acechaban premoniciones similares a las mías? Nos dijimos algunas cosas, matando el tiempo, hasta que llegó Julio.
Debo decir que no encontré nada… No quiero usar un término tan dramático como el que usaré, pero las circunstancias me lo exigen. Digo que no encontré nada diabólico en su mirada. Por el contrario, su conversación gentil fue lo único que en ese momento consiguió tranquilizarme. No tengo razones para sospechar que estuviera en conocimiento o involucrado en ninguna cosa siniestra de las que—si no se trata de una mera ficción— se manifestaron a continuación.
Julio nos puso temas entretenidos, para distraernos, pero al poco rato nos vinieron a buscar unos hombres serios, profesionales, que nos condujeron tras bambalinas, no recuerdo si con los ojos vendados o simplemente mareados. Nos pusieron micrófonos en la cabeza. Hay tecnologías, dicen, que pueden ejercer ciertas influencias poderosas sobre la psique y que adquieren formas tan inocentes como la de esos micrófonos, aunque no puedo más que especular al respecto. En algún momento, entre la confusión, nos dieron un empujón y salimos a escena.
Julio ya nos esperaba, sentado en su butaca y a todas luces muy cómodo en el escenario. Nos introdujo al público, no recuerdo con qué palabras, y en cuestión de segundos estuvimos hablando de todo tipo de cosas relacionadas con la CF y sobre los vislumbres que alcanza a veces nuestro género literario acerca del futuro. Alguna risa oportuna del público, de vez en cuando, me hizo saber que lo que estaba respondiendo a las agudas preguntas de Julio no era completamente disparatado, pero lo visible no apunta a la verdad.
Lo que realmente sucedía era que tres personas, ante una multitud y en transmisión en vivo para todo el mundo, hablaron de ciencia ficción durante tres cuartos de hora. No me explico cómo, no sé de qué manera no produjo escándalo nacional el que nuestro género, tan maltratado desde siempre, por un momento tuviera todos los focos puestos encima. Algo sobrenatural, algo que la mente humana no está llamada a comprender, tiene que haber sucedido ahí.
Quienes quieran podrán encontrar una grabación de los sucesos en el video de YouTube que captura todo el Congreso del día sábado 18. Nuestra charla comienza en a las a las dos horas y veinte del video. Sin embargo, no sé si podrá apreciarse, en un medio tan impersonal como es una mera transmisión, lo enorme del momento. A mí me habría gustado, cuando me preguntaron por el carácter de la CF nacional, contar con la sapiencia de herr profesor de la C. Cuando Julio me pidió mi opinión sobre lo que depara el futuro, según lo adivina la CF, habría preferido que fuera el Dr. Espinoza quien ofreciera sus visiones, considerablemente más agradables de oír que mis pesadillas. Afortunadamente, la presencia de Carolina permitió que mis desatinos pasaran algo más desapercibidos, de modo que ALCiFF quedó bien y, con ella, la reputación del género en el país.
Indudablemente, habrá partes de mi historia que usted se negará a creer. No lo culpo por ello, a mí también me parece a veces como si todo hubiera sido una alucinación, que mis recuerdos no pueden deberse a nada que haya sucedido de verdad. Dude usted de mi veracidad, pero no dude por un momento del poder de nuestra CF.
Quedo muy servidor suyo,
Arturo Sierra
Comentarios
Publicar un comentario