Rodrigo Soto Primera Fase

 Primera jornada en Marte (soñando un futuro distinto)

 

Ana abrió sus ojos, mientras el recuerdo de un vívido sueño sobre enormes árboles bajo un domo se desvanecía. Lo primero que vio fue una superficie blanca a escasos centímetros de su rostro. Por un momento estuvo confundida e incluso sintió un poco de claustrofobia, pero pronto recordó que ya no estaba en su planeta natal. Luego de unos segundos la superficie blanca se elevó y desapareció de la vista de Ana, revelando la amplia habitación dormitorio de la nave Génesis. Ana se levantó y comenzó con la rutina de activación de la nave que luego se convertiría en el hogar de la tripulación. La había repasado muchas veces, pero la ansiedad era inevitable.

 

Se alejó de su cápsula de hipersueño y vio que las otras diecinueve aún estaban cerradas. Desde la consola principal se aseguró de que el aterrizaje hubiese sido perfecto. Según el informe hecho por Metatrón, la inteligencia artificial de la nave, no había habido ningún contratiempo. Ana entonces le pidió a Metatrón que liberara a los robots de exploración para que comenzaran a recorrer el terreno. Luego preparó el desayuno para el resto de la tripulación. Eran muchas las tareas automatizadas que podían llevar a cabo los robots de asistencia, pero cocinar no era una de ellas. Había un factor humano, una sensibilidad intangible que los robots no poseían, a pesar de los avances en la inteligencia artificial, para realmente comunicar el amor y la ternura humanos a través de la comida. Cuando la mesa de reuniones estuvo servida con café, barras de proteínas y unos deliciosos panecillos ricos en grasas, Ana abrió las cápsulas de sus compañeros y los despertó uno a uno, ya que en su calidad de capitana debía demostrar afecto y humildad. De todas formas, tampoco lo hacía por obligación, porque estas cualidades eran naturales en ella. En realidad, ella llegó a su cargo gracias a ellas.

 

Cada uno de los veinte tripulantes tenía habilidades y trayectorias que les habilitaban para distintas tareas, sin embargo, no había funciones específicas.Cada uno podía trabajar en apoyo con otros, y así aprender y enseñar mientras las labores se terminaban. Había ingenieros, profesores, lingüistas, botánicos, obreros y más. Y es que cada talento era indispensable, o para la misión a corto plazo o para la que debían concretar a largo plazo.

 

El primer objetivo debía cumplirse al cabo de unos pocos días: construir un domo que cubriera un terreno de dos kilómetros a la redonda alrededor de la nave, donde plantar varias especies vegetales que pudieran proveer de oxígeno al lugar. El segundo objetivo, una vez completado el primero, sería preservar la especie, por lo tanto, debían procrear. Todos los tripulantes eran fértiles y habían sido entrenados para, entre otras cosas, criar y enseñar a niños. Tampoco estaban limitados por tabúes ni costumbres anacrónicas como la monogamia. Para ellos lo fundamental era la subsistencia de la especie y la comunidad.

 

Mientras desayunaban conversaron sobre sus sueños. Sueños literales que tuvieron mientras dormían en los meses de viaje, y también sueños respecto de la vida en el nuevo planeta. Al ver que todos ya estaban bien despiertos y habían desahogado las palabras que deseaban compartir, Ana abrió las cortinas de hierro de las ventanas, dejando sólo un grueso vidrio separando el interior de la nave de la delgada atmósfera del planeta rojo. A través de los ventanales la tripulación, ahora en silencio, presenció con admiración su primer amanecer en Marte. Todos se tomaron algunos minutos para procesar el momento y experimentar las fuertes emociones que surgieron al ver su propia realidad como un hecho tan irreal. Pero luego, rápidamente comenzaron a trabajar. Para esta tripulación, la eficiencia era una prioridad y un valor en sí mismo. Así que dejaron el orden de la nave a los robots de asistencia y todos se pusieron sus trajes para salir a la superficie árida. Los trajes los usarían durante el día para trabajar en el exterior. Durante la noche, la nave proveería de suficiente oxígeno durante un año. Luego, las plantas proporcionarían el oxígeno necesario como para no tener que usar más los trajes.

 

Trabajaron durante toda la primera jornada, unos preparando el árido suelo para recibir a las resilientes especies vegetales que había en la nave, otros levantando vigas y paneles para armar el enorme domo. Todo con ayuda de los obedientes y fuertes robots de asistencia y con el sol blanco de fondo, como si fuese un día de otoño en la tierra.

 

Al anochecer, ya había varias vigas rodeando el perímetro, marcando lo que sería la enorme cúpula que contendría el oxígeno generado por las plantas. Los robots de asistencia seguirían trabajando durante la noche para, al amanecer, ser relevados por humanos, mientras ellos se conectaban a los eficientes paneles solares ya instalados. Los robots de exploración ya buscaban minerales necesarios para construir, aunque aún no habían utilizado ni siquiera el dos por ciento de los metales traídos en el enorme módulo de carga, diez veces más grande que la sección habitable de Génesis.

 

Las primeras papas traídas desde la tierra ya descansaban bajo el terreno marciano y los humanos esperaban que su material genético modificado les permitiera crecer rápidamente, incluso antes de que el domo estuviese listo. Antes de entrar a la nave, todos los tripulantes se abrazaron para contemplar su primer atardecer en Marte. En silencio observaron cómo el sol desaparecía detrás de las montañas rojizas, dejando que el horizonte color ceniza se oscureciera lentamente. Cuando el cielo era un manto negro cubierto de estrellas, entre todas ellas localizaron un brillante punto azul, donde se encontraba toda su vida pasada, todos los vicios, errores y la hipocresía que habían llevado a una inminente autodestrucción. Ellos eran la nueva esperanza de la humanidad. No existía certeza de que más humanos los pudiesen seguir, pero eso no los desmoralizaba. Ellos solos podrían comenzar desde cero en un nuevo hogar, dejando atrás toda la toxicidad de un sistema y una visión de mundo centrada en el poder, para instaurar una sociedad centrada en el bien común. 

 

Entraron a la nave, y una vez a salvo en la mini atmósfera pudieron sacarse los trajes y verse las caras nuevamente. Cuando todos se preparaban para usar sus camas en vez de las cápsulas de hipersueño, Ana se sentó pensativa frente a la mesa central. A pesar de todo su trabajo para convertirse en quien era, había dudas en su espíritu. Tal vez algo de todo lo que habían dejado atrás había viajado con ella, alguna inexplicable ansia de poder, de control sobre otros, o de acumulación egoísta, que iniciaría la cadena de violencia que había llevado a los humanos a destruir su planeta natal. Sin embargo, fue algo mucho más concreto lo que se hizo presente mientras introducía una mano en un bolsillo. Lo sintió con los dedos y rápidamente lo extrajo para asegurarse de que era lo que ella pensaba. Era  un trozo de papel verde con números en una esquina y un rostro en el centro. Toda la tripulación se aglomeró alrededor de Ana, muchos afectados por la imagen. Unos incluso la regañaron por traer con ella tan horrible vestigio del terrible pasado.Una confusión de emociones invadió el lugar, mientras unos respiraban agitados con miedo y otros estaban paralizados por la ira. Incluso se habló de cambiar a la líder democráticamente electa. Ana, recuperando la tranquilidad que la caracterizaba, especialmente en situaciones de división, confusión o angustia, los tranquilizó.

 

 

Explicó que sólo por casualidad, ese trozo de papel, por el cual muchos aún morían de hambre en la tierra o eran obligados a realizar labores que correspondían a máquinas, había viajado entre su ropa. Pidió a todos se registraran sus ropas, ya que era probable que más de esos polizones hubiesen viajado desapercibidos. De hecho, cuando todos hicieron lo que ella pidió, aparecieron otros tres trozos de papel, con diferentes números y colores. También recolectaron unas cuantas fichas metálicas que a cualquier ser de otro mundo les habrían parecido más valiosas que los papeles, pero la tripulación sabía que en la tierra podían asegurar sólamente algún alimento de baja calidad o simplemente alguna entretención momentánea.

 

Cuando hubieron reunido todos los símbolos de poder adquisitivo, Ana sugirió que utilizaran el elemento que permitió a la humanidad la supervivencia y el desarrollo de su potencial como especie. Fue así como, con la asistencia de uno de los robots, iniciaron una pequeña fogata sobre la mesa central, donde arrojaron todos los papeles y fichas metálicas. Este ritual improvisado fue registrado en la bitácora de Ana, y luego recordado por quienes se encargaron de mantener viva la historia. Muchos fueron quienes se propusieron jamás olvidar el significado de este acto, ni tampoco olvidar los primeros doscientos mil años de la humanidad sobre la tierra, y lo que motivó el éxodo a Marte.

 

Al día siguiente los restos de metal de las fichas fueron mezclados con los materiales y usados para hacer más vigas. Las cenizas de los papeles fueron enterradas en el centro del domo, muy cerca de la nave que lentamente se convertiría en el centro de administración de la colonia. Sobre las cenizas plantaron un árbol de cerezo. Alrededor de este, en los años siguientes creció el jardín más hermoso de la galaxia, donde niños humanos y de otras especies jugaron por eones, y donde se dio inicio a la segunda de muchas eras de la historia de la humanidad. 

 

Varias décadas después Ana, quien ya no era líder de ningún equipo y llevaba años sin trabajar, paseaba por el jardín que rodeaba los hogares de la pequeña civilización humana que intentaba subsistir en Marte. Los niños jugaban mientras aprendían con los educadores y muchos obreros unían sus fuerzas con los robots para llevar a cabo la tercera expansión del domo que ya había logrado superar su producción de oxígeno. Ana miró hacia el cielo y la imagen de los árboles con la cúpula encima de ellos y más allá el cielo, le recordó un sueño que tuvo hace mucho tiempo. El sueño en que veía una sociedad distinta a la que había conocido en su infancia. Ahora se daba cuenta que, a pesar de las dificultades, habían logrado hacer realidad el sueño que había tenido.

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