Javiera Fuentes Primera Fase





Odisea en Marte

Entrada001: <260,3 hrs. terrestres desde contacto atmósfera planeta rojo>/<transcripción al español S.XXI>/<mensaje encriptado: seguridad tipo 3>/<PROYECTO POIESIS>

 "Diecisiete días navegó, atravesando el mar, y al decimoctavo pudo ver los umbrosos montes del país de los feacios en la parte más cercana, apareciéndosele como un escudo en medio del sombrío ponto".



Debí haber comenzado esta entrada antes, pero no me fue posible. Corrijo, no "debía" hacerlo; es lo que había planificado antes de partir. Sin embargo, y aunque ya han pasado alrededor de veinte días desde que vimos por primera vez la superficie polvorienta del planeta rojo, nuestro nuevo hogar, recién ahora creo que mis sentidos vuelven a estar casi del todo en orden. Viktoria dijo que era producto del cambio electromagnético del espacio abierto a esta nueva atmósfera y su efecto en nuestro cerebro. Aunque yo ya lo sabía. Habíamos experimentado algo similar los primeros días desde que salimos de la órbita de la Tierra y alcanzamos la estación lunar, visiones extrañas o pequeños episodios de psicosis controlada por el equipo médico a bordo, pero esto fue peor. Como si nuestras mentes supieran que el cambio no sería transitorio y debían acostumbrarse en serio a las nuevas condiciones del ambiente. Una cuestión de supervivencia evolutiva dormida que no sabíamos que teníamos. Creo que siempre hemos sido una especie de las estrellas y nuestros cuerpos están más preparados de lo que pensábamos para movernos de planeta en planeta. Y este es solo el primer paso.

El primer día fue un fracaso para nuestras elucubraciones imaginativas que, a fin de cuentas, son las que nos trajeron acá en primera instancia, junto al desastre biológico que puso en jaque la vida en Tierra. Nosotros somos el plan B de la humanidad. Compartí la cabina de vuelo de la nave Robin II con otras dos personas, Catharine y Luke, física teórica y biólogo. Tras nueve meses de viaje con completos extraños, uno creería que la experiencia podría unirnos en un abrazo fraterno, o separarnos irremediablemente, pero no pasó nada de eso. Todos nuestros tratos e intercambios fueron cordiales y meditados, como si supiéramos que nuestras diferencias personales no tenían tiempo para salir a flote. Aún.

Nuestra nave iba posicionada en la retaguardia de la flota de exploración, conformada por otras nueve de distintas dimensiones, algunas tripuladas y otras cargadas de recursos destinados a concretar la primera parte de la misión de terraformación marciana. Pueden leer todos los detalles de esta, el embarcamiento, el viaje y otros pormenores en el informe oficial que prepara la capitana de mando, aunque creo que lo encontrarán tremendamente aburrido, pues no contiene nuestras largas horas charlando en medio de la noche eterna en el espacio. Nos pasamos gran parte de esos meses hablando de la majestuosa geografía de Marte, de sus montañas y cañones casi imposibles de imaginar. Nos veíamos, cuales protagonistas de viejas películas de ciencia ficción, como exploradores futuristas caminando por terrenos rocosos y polvorientos, observando puestas de sol rojas como lava ardiente, sobreviviendo a tormentas de arena elevándose decenas de metro por sobre nuestras cabezas. En esto sí acertamos.

Apenas vislumbramos la cercanía del gigante rojo y dirigimos la flota al punto de descenso planificado previamente para establecer la primera colonia marciana, perdimos rápidamente de vista el terreno. Un manto espeso y gris cubría una extensa superficie del lugar gracias a una de las conocidas tormentas de arena. Tras unas cuantas horas de maniobras aéreas, logramos descender todas las naves a tierra y nos quedamos en espera antes de salir. Aprovechamos de aclimatarnos a la nueva atmósfera que fue, como les contaba, un proceso lento y extraño. Entre medio de ejercicios de fuerza, los únicos que podíamos hacer dado el escaso espacio que teníamos, exámenes físicos y mentales rutinarios, atención psicológica, y armado de los "3di", como secretamente les llamábamos a los autómatas, el polvo de las ventanas se iba disipando lentamente. La tormenta duró más de una semana.

Retomamos el contacto con las tras naves apenas tocamos la atmósfera marciana. Cuando logramos hacernos visitas, solo las de rigor, claro está, para afinar los detalles de la pronta salida, supimos que todos los tripulantes estaban en más o menos buenas condiciones tras el viaje. El equipo medico nos visitó al segundo día. Matt, el enfermero, nos comentó que en la Sparrow I, el ruso a bordo dijo haber visto unas hermosas luces en el aire tras salir de la órbita lunar. Perdió el 60% de la visión en el ojo derecho, y un 10% del izquierdo. Nosotros no sufrimos mayores complicaciones. La densidad ósea de Catherine había disminuido un 4%, mucho menos de lo anticipado en las pruebas terrestres, pero sería muy difícil de recuperar. La mía bajó solo un 1%.

De acuerdo a Luke, los vientos estaban alcanzando los 140 km/hr, a veces un poco más durante las noches, pero no nos dañarían debido a la baja densidad atmosférica. El verdadero problema era la desorientación mental y física que experimentábamos producto del viaje y lo imprevisible de nuestro comportamiento al vernos, de pronto, en campo abierto. Con la poca visibilidad, era probable que más de alguno se perdiera en medio de la arena y no volviera más. Por eso esperábamos.

Alrededor de 178 horas tras el amartizaje, unos ocho días terrestres, los 3di comenzaron a ser ensamblados. Yo no participé de eso. Claire y Sebastián, la geóloga y el ingeniero del grupo, conformado por 18 tripulantes, comenzaron la exploración del terreno con el rover 4-AT. Tampoco participé de eso, ni de las planficaciones posteriores de construcción. Los biólogos y botánicos armaron un pequeño campamento cuando la tormenta amainó para experimentar el uso de cianobacterias y de otros organismos creados en laboratorios, en el suelo marciano. Esperaban producir alimentos, oxígeno y metano para la tercera fase de la colonización, es decir, la producción de un efecto invernadero que descongelara los polos. Me gustaría decir que participé en eso, pero tampoco. En resumen, no fui parte ni del grupo de planificación, ni topográfico, ni de ciencias de la salud, ni deportivo, ni científico de ningún tipo. No. Mi misión en el planeta rojo es de un carácter totalmente diferente. Si es que puedo llevarla a cabo.



Entrada002: <1600,5 hrs. terrestres desde contacto atmósfera planeta rojo>/<transcripción al español S.XXI>/<mensaje encriptado: seguridad tipo 3>/<PROYECTO POIESIS>

Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. Esparce el viento las hojas por el suelo, y la selva, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera: de igual suerte, una generación humana nace y otra perece.




A veces me acuerdo de él. Me gustaría decir que sueño con su encorvada figura de miembros largos y ojos afables, con su misterioso halo de hechicero que no me atreví a confesarle que tenía, pero mentiría. Le tengo un extraño amor a los sueños y, si veo alguna cara conocida paseándose entre la bruma y nubes de los míos, sé que esa persona es importante en mi vida. O lo será. Puede parecer supersticioso, pero fue precisamente eso lo que me embarcó en este viaje. Pero no sueño con él; ni con nada, a decir verdad. Es un período extraño, ¿estará mi mente recolectando nuevos ingredientes de esta tierra roja para sus pócimas oníricas?

Tras el paso de la tormenta, todo fue más rápido. Desmontamos, con ayuda de los 3di ya funcionales (son tan graciosos, con sus extremidades largas y cabezas brillantes), las retaguardias de los cohetes de transporte que cargaron cerca de 14 toneladas de materiales y comida hasta acá. Armamos, con los materiales, las primeras bases de paso en tierra marciana. La primera noche fuera de las naves brindamos con un fuerte destilado que los tripulantes habían logrado meter en la nave Hummingbird I. Los 3di se dirigieron después a las cercanías del volcán Arsia Mons a cavar lo que será después nuestra base central: el origen de la verdadera colonia humana. Al menos tres cuartos de esta estará bajo tierra, para protegernos de la radiación, llamaradas solares o torbellinos de arena que puedan dañar las instalaciones. Y el otro cuarto, será para estar. Para juntarnos, para, eventualmente, calmar el espíritu en momentos de dificultades.

Ni Catherine ni Luke preguntaron jamás sobre mi formación previa al viaje. Nuestros pasados, de pronto, habían quedado sepultados ante la inmensidad del futuro. Que es hoy. Sin embargo, como gotas, desde que amartizamos, se han ido revelando quiénes somos al resto. ¿Cómo? Haciendo. Si hay que revisar un motor de despegue a corto alcance, sabemos quién es el Ingeniero mecánico del grupo. Si alguien tiene una crisis nerviosa, rápidamente se revela el psicólogo. Apenas se puso en funcionamiento el laboratorio, conocimos a los agrónomos, botánicos y científicos encargados de nuestra alimentación y sobrevivencia inmediata. Y así.


Sebastián fue el primero que me preguntó abiertamente quién soy. Como no respondí, a esa pregunta le siguieron otras de Lorena, Ho y Smith. Cuáles son mis maestrías, mi área de especialidad, y cuándo revelaría mi misión secreta, decían entre risas incómodas ante mis negativas. Catherine, sin embargo, les comentó divertida que, extrañamente me permitieron embarcar en la nave un mamotreto que cargué y leí todo el viaje: La Odisea, de Homero. Un poco confundidos y divertidos ante lo inusual de esto, comenzaron a llamarme "el poeta". No me desagradó completamente, pero si hubiera podido elegir...

Comencé a pasearme como un flaneur entre sus tareas rutinarias diariamente. Realmente parecía el poeta del grupo. Bromeo. Visitaba los laboratorios, la tienda médica, y, de forma cada vez más seguida, me uní a los viajes en el rover hacia el Arsia Mons para ver el trabajo de los 3di. Era espectacular. Su brazos metálicos se incrustaban en la tierra con la precisión de un bisturí, formando grietas delgadas que, los siguientes golpes, se abrían en crujidos parecidos a huesos rompiéndose bajo sus fuerzas autómatas. Claire y Sebastián, los encargados de la titánica obra, no opusieron resistencia a mis visitas. Quizás porque preguntaba, lleno de emoción, por sus trabajos y mi entusiasmo un poco pueril alimentaba, secretamente, un dejo de vanidad que cargaban. La verdad, no tenía necesidad de sus respuestas. Mi preparación había incluido mucho más de lo que se imaginaban, me puse al tanto de todo lo que podía usar o saber en el planeta: física teórica, agricultura, ciencias básicas y especializadas. No había jamás aplicado nada de eso, pero necesitaba saber, necesitaba entender todo antes de venir.

Pero yo solo quería ver a los 3di en acción. Les decíamos así porque realizaban las tareas de las "tres D": dangerous, dull, dirty. Es decir, todo aquello que podría poner en peligro nuestros cuerpos y, por lo tanto, nuestras mentes que, en esta primera etapa de colonización, eran imprescindibles. Sus IA eran bastante limitadas, acondicionadas solo para el trabajo mecánico al que estaban destinados. A mi me gustaba verlos cuando dejaban de trabajar, debo confesarlo. Claire dijo que los apagaban durante unas horas porque, como es una tarea muy larga la que tienen delante, no pueden darse el lujo de que dejen de funcionar por falta de revisiones mecánicas y de programación. Para eso está Lorena, la ingeniera de sistemas. En ese estado de hibernación, con sus cuerpos apagados y sus conciencias durmiendo, eran increíbles. Una vez vi a Didi (así le llamé a uno), quitarse una pequeña piedrecita del cuerpo que no representaba ninguna amenaza, ¿por qué lo hizo? Quizás sentía que estéticamente no encajaba con su metálico y brillante cuerpo. No lo mencioné a nadie.



Entrada003: <1980,7 hrs. terrestres desde contacto atmósfera planeta rojo>/<transcripción al español S.XXI>/<mensaje encriptado: seguridad tipo 3>/<PROYECTO POIESIS>


Odioso para mí, como las puertas del Hades, es el hombre que oculta una cosa en su seno y dice otra.



Al fin pasó. Las preguntas se hicieron cada vez más frecuentes. Lo que al principio solo era una anécdota graciosa entre los colonos, se volvió una interrogante aguda como una espina ensartada en el pie cuando comenzaron a fallar distintas maquinarias y experimentos aislados. Solo aparecían, de un día a otro, fallando. Bacterias muertas, sistemas inundados de polvo, errores de programación. La pregunta, compartida por casi todos, sobre el origen de los desperfectos, se extendió como fuego sobre pasto seco y pronto comenzaron a buscar culpables. En ese momento mi gracioso misterio comenzó a quemarse ¿Quién era yo y qué hacía entre ellos, los grandes preservadores de la especie humana más allá de la Tierra?

Mis continuos paseos entre las instalaciones, paulatinamente comenzaron a ser restringidos por los mismos ocupantes. Mi presencia ya no les era grata, como si cargara un virus altamente contagioso. ¿Por qué guarda secretos si acá todos apuntamos al mismo objetivo?, se preguntaban. Los comprendo; sin embargo, no podía decirles algo que ni yo mismo sé. Condenado, sin juicio ni defensa, a pasar cada vez más tiempo solo, me dediqué a leer los clásicos nuevamente. Volví a tomar el libro de Homero, La Odisea, y lo hojeaba antes de dormir, cuando mi movimiento por la base estaba totalmente limitado. Durante el día, esperaba a que los 3di estuvieran en reposo para visitarlos. A veces les preguntaba cosas. Nunca respondieron nada.

Entrada004: <2003,7 hrs. terrestres desde contacto atmósfera planeta rojo>/<transcripción al español S.XXI>/<mensaje encriptado: seguridad tipo 3>/<PROYECTO POIESIS>

Mientras los maderos están sujetos por las clavijas, seguiré aquí y sufriré los males que haya de padecer, y luego que las olas deshagan la balsa me pondré a nadar, pues no se me ocurre nada más provechoso



Ayer, volví a pasear por lo que sería la futura base de la humanidad. Didi trabajaba mecánicamente en su tarea, rompiendo rocas de forma precisa, identificando con su sensor el lugar perfecto y la fuerza necesaria para que la roca cediera a su golpe. Al regresar a la base provisoria, con el volcán a mis espaldas, me encontré con dos compañeros esperándome en la entrada. Me encararon e insistieron en que les contara quién era yo. Me acusaron de ser una especie de espía que me había colado a la misión y venía a destruirla desde adentro. Respondí que no era cierto, pero no estaban convencidos. El más grande se me acercó intimidantemente sin decir nada, pero clavándome la mirada con ferocidad. Solo atiné a levantar las manos y decir, nuevamente y temblando contra mi voluntad, que ni yo mismo lo sabía, que nunca me lo habían dicho. Me dejaron en paz. Por ahora.

Walter, ojalá hubieras podido venir. Ojalá hubieras podido explicarles por qué estoy acá. Ojalá me lo hubieras explicado a mí antes de morir.



Entrada005: <2030,7 hrs. terrestres desde contacto atmósfera planeta rojo>/<transcripción al español S.XXI>/<mensaje encriptado: seguridad tipo 3>/<PROYECTO POIESIS>


Háblame, Musa, del hombre de múltiples tretas que por muy largo tiempo anduvo errante, tras haber arrasado la sagrada ciudadela de Troya, y vio las ciudades y conoció el modo de pensar de numerosas gentes.



Lo decidieron entre todos. Estoy obligado a contarles quién soy o de lo contrario, me desterrarán. No hay comunicación con la Tierra, pero Lorena, la informática, descubrió un archivo que puso mi sobrevivencia en jaque. Estaba encriptado y oculto, pero ante el misterio de mi presencia, buscó todo lo relacionado a la nave en la que viajé hasta encontrarme. No había información mía. Nada. Ni siquiera mi verdadero nombre aparecía en los informes oficiales (yo no lo sabía, lo juro). Pero encontró algo que puso a todos en alerta: una petición del empresario y filántropo, Walter Briuss, elevada a los altos mandos de la NASA. Les pedía, aunque no había manera de negarse considerando que financiaba gran parte del proyecto, que yo participara de la misión de colonización y terraformación de Marte. Sin referencias, sin preguntas.

Había sido enviada apenas unos meses antes de la partida.

Me presionaron con la evidencia ante mis narices, pero volví a responder lo mismo. ¡No supe qué mas decirles! Llamé a la calma, pero los desperfectos eran cada vez más mas comunes y estaban poniendo a todos nerviosos. Catherine y Luke, supongo que en honor del viaje que compartimos, salieron en mi defensa y lograron que me dieran 24 horas para dar mi respuesta final.

De pronto, me encontré en tierra extraña, aún más considerando el rojo paisaje que me rodeaba desde hace dos meses. No había lugar para mí entre mis propios congéneres, no por ahora. Entré a mi recámara compartida, estaba vacía. Busqué entre mis pertenencias, pero no supe qué tomar. Nada de lo que llevaba conmigo podría asegurarme sobrevivir a las bajas temperaturas de Marte, ni a la radiación, ni a las remolinos de arena de cien metros de altura que podían aparecer. Tomé lo único que significaba algo para mí: Homero y sus palabras de un mundo perdido.

Caminé bajo el sol durante un par de horas con el mamotreto a cuestas. Fui al único lugar que sentía seguro, a pesar de la evidente contradicción con su paisaje y estructura en movimiento. Al llegar, Didi y los demás estaban hibernando. A su lado, en un enorme foso polvoriento, restos de roca y tierra removida descansaban de sus embistes implacables. Sin pensarlo mucho me acerqué a ellos. Me senté a lado de la Didi y me quedé en silencio. ¿Por qué Walter Briuss, una de las mentes más brillantes del último siglo, me había elegido a mí, precisamente a mí, para hacer este viaje sin retorno? Mis compañeros no se habían equivocado con el sobrenombre que me habían puesto, efectivamente solo era un poeta. Un poeta románticamente pobre que dedicaba mis días a enseñar en una escuela rural de las afueras de mi ciudad de origen. Hasta que soñé con él y este planeta, y se me ocurrió contarle mi alocada historia a través de una cuenta suya en una red social que ni siquiera pensé que usaba, ni menos que vería. Me llamó. No, me fue a buscar uno de sus empleados. Casi morí del susto cuando me subieron en el lujoso auto, llegué a pensar que todo era una farsa y estaba siendo secuestrado por alguna mafia o grupo que vendería mi cuerpo en partes.

Y ahora estaba ahí. Sentado al lado de Didi, mirando el rojo horizonte sin tener idea de por qué ese excéntrico hombre me había elegido, por qué había dado crédito a mis locuras oníricas y por qué decidió no contarle a nadie, ni siquiera a mí, la razón de mi viaje. Miré a Didi. No emitía ningún ruido, y quizás era mi imaginación perturbada por el miedo del momento, pero creí oír algo. Su respiración calmada. Soñaba, pensé, está soñando. Sonreí y miré su figura. Si alguna vez alguien me hubiera dicho que pasaría mi último día al lado de un robot durmiente en Marte, le habría escupido en la cara de risa. Miré el tomo encuadernado a mano en mis rodillas. Homero. Esta es mi propia Odisea, pensé, pero no hay regreso a Itaca al final.

¿Por qué este libro, precisamente? Porque estaba en mi sueño. Walter me obligó a traer todo lo que había visto, incluida esta pesada edición, regalo de una profesora en la Universidad. Estaba guardado en una caja desde hace años, hasta este viaje. Lo demás eran hojas y tinta. Menos mal que nadie había encontrado eso o enloquecerían de intriga. ¿Por qué La Odisea? ¿Por qué Homero y sus dioses, sus historias, sus hombres terrenales buscando su lugar en la tierra y el Hades? ¿De qué me servía todo esto ahora, acá en medio del desierto?

De pronto, uno de los brazos metálicos de mi única confidente se levantó rápidamente y señaló un punto en la lejanía. No dando crédito a mis ojos, tras unos minutos miré hacia donde apuntaba. Era una montaña. Enorme. El Olympus Mons, Monte Olimpo. La más alta de todo el sistema solar. Y comprendí. ¡Comprendí qué hacía ahí! ¡Comprendí, finalmente, quién era yo y cuál era mi papel en todo esto!

Corrí como un loco a través del terreno rocoso, dando elevados saltos contra mi voluntad que me revolvían el estómago. Debía llegar pronto. Antes que mi visión se desvaneciera, antes que mis compañeros hicieran algo más tonto que echarme de la base.

Los encontré reunidos. Sentados en silencio, algunos ocupándose de tareas inútiles, otros mirando las paredes, otros cuchicheando por lo bajo. Me miraron todos al mismo tiempo y descubrí que tenía razón. Sus miradas tenían el mismo componente. Cargaban el miedo tras las pupilas. Preparados, inteligentes, maestros y expertos en tantas ciencias y saberes, pero nada los había preparado para la carga que llevaban a cuestas. Toda la humanidad venidera dependía de ellos. De nosotros. Y esta responsabilidad, antes que unirnos, nos estaba separando más y más con el pasar de los días. ¿Qué eran esas fallas aisladas sino sus propios errores intencionales que no se atrevían a confiar, ni siquiera a ellos mismos, ante el miedo al fracaso mayor? Necesitábamos de algo que nos uniera como pegamento, no solo a nosotros y la misión inmediata, sino a todos nuestros descendientes, a los siglos y siglos habitados de seres humanos iniciando una nueva cultura desde sus cimientos. Decidí hablar.

Les conté de mi sueño, de Walter Briuss y su inesperada creencia en el mundo onírico y los presagios, de mi formación como profesor, de mis noches de poeta y lector. Sus miradas iban pasando del temor a la rabia, a la confusión y, de pronto, a la calma y fraternidad. El ambiente había, de pronto, cambiado y era, extrañamente, esperanzador.


"Mi nombre real es Homero, me lo puso mi madre", les dije con una sonrisa. Levanté el libro que cargaba sobre mi cabeza, "y vengo a escribir la historia de nuestros futuros dioses. Vengo a escribir sus historias".



Comentarios

  1. Hola, pueden bajar mi cuento? Estoy tratando de contactarlos, pero desaparecieron de instagram. Necesito que bajen mi cuento pues lo quiero presentar a una convocatoria.

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