Esteban Palacios FINAL

 

LOS PLÁSMIDOS SIEMPRE OBSERVAN HACIA EL OESTE

 

                                                                             

 

 

 

         Los pioneros en hacer investigaciones en torno a las bacterias de la especie olimpoteptoscoco, fueron los científicos de la colonia marciana de Macondo, la primera propiamente tal perteneciente a Latinoamericana. Su historia se remonta a los días en que La Unión Latinoamericana por el Bienestar Humano, se reunió en un congreso para acordar enviar al planeta rojo a sus primeros habitantes latinos. Los demás continentes ya habían establecido colonos allá arriba y solo faltaba Latinoamérica. Y cuando Macondo se pudo establecer, las demás colonias erigidas por personas de otros pueblos, no pudieron estar más agradecidas: fue la gente de Macondo la que ayudó en mayor medida al progreso científico en el planeta rojo.

         Uno de los ejemplos de cómo los científicos de Macondo estaban haciendo bien su trabajo, fue el descubrimiento de las ya mencionadas bacterias olimpoteptoscoco. Ni ellos ni ningún habitante de las demás colonias pudieron siquiera imaginar lo que sucedería después gracias a este hallazgo.

         Todo empezó cuando los científicos de Macondo estaban haciendo sus estudios de rutina en torno al suelo marciano. Un grupo realizó su trabajo en el volcán llamado Monte Olimpo y otros grupos se dividieron en las lunas de Fobos y Deimos.  En el Monte Olimpo el polvo en suspensión no impidió que los equipos pudiesen hacer sus investigaciones gracias a que manejaban unas máquinas parecidas a los tractores usados en la Tierra. La diferencia radicaba en que estas máquinas, llamadas Dragones, utilizaban dióxido de carbono para llenar sus ruedas. Uno de los científicos notó en el visor de su pantalla, una extraña luz que provenía de un costado del Monte Olimpo. Con rapidez fueron a ver de qué se trataba. En apariencia no había nada. Solo era un montón de rocas. Pero de todas maneras reunieron pruebas del polvo circundante y de las mismas piedras. Cuando iban camino hacia Macondo, dentro de los laboratorios rodantes, vieron en los microscopios una rara especie de bacterias. Seres que jamás habían sido vistos ni en la Tierra, ni en Marte. Como habían sido descubiertas en el Monte Olimpo, decidieron bautizarlas con el nombre de olimpoteptoscoco. No obstante, no pasó mucho tiempo hasta que recibieron un llamado en la central de Macondo. Se trataba de la expedición de científicos que había viajado a la luna marciana de Deimos. Hemos descubierto algo muy interesante. Se trata de lo que parecen ser unas bacterias, dijo una científica, pero estamos analizándolas ya que tienen en su estructura algo que no habíamos visto en otras bacterias. Luego de eso, no pasaría ni una hora cuando recibieron otro llamado. Era la expedición de Fobos: No nos van a creer pero hemos reunido un material de alto impacto. Se trata de microorganismos que tendemos a pensar son bacterias nunca antes vistas. Sin embargo hay algo en su composición, específicamente en lo que sería su pared celular, muy diferente de lo que conocemos. Nuestra hipótesis es que se trataría de un nuevo tipo de célula. O sea, no hablamos de procariontes ni eucariontes. ¡Ni siquiera arqueas! Pero repito, es solo una hipótesis.

          Una vez estuvieron todos los científicos y científicas de vuelta en la colonia de Macondo, se realizó una reunión en la que se discutió el importante hallazgo de este nuevo tipo de animal. La bióloga Julieta Martínez, fue la encargada de presidir el evento. Frente a una pantalla, mostró una serie de diapositivas en las que analizó al nuevo ser.

         -Como pueden apreciar en las imágenes, aquí tenemos una bacteria de tipo normal con su pared celular compuesta por peptidoglicanos. Esta pared tan poderosa que hemos podido combatir gracias a sustancias como la penicilina, en este nuevo ser, al que hemos denominado olimpoteptoscoco, presenta otra característica. Aquí, en esta nueva imagen, podemos apreciar su estructura. Lo que  a primeras llama poderosamente la atención es que si bien presenta una pared celular, lo que conforma su cápsula, no presenta peptidoglicano. No, sino que se trata de unas moléculas que no habíamos encontrado antes ni en la Tierra, ni aquí, en Marte. Creemos que estas partículas o elementos, son los que generan esa luz que nos atrajo hacia el Monte Olimpo.

 

         Los asistentes a la reunión hablaban entre sí para comentar lo que estaban viendo. Julieta carraspeó para atraer hacia sí la atención.

         -Pero esto no es todo. Como me imagino aquí todos lo habrán estudiado en algún momento, las bacterias de tipo “común” poseen una estructura en su interior llamada plásmido. Gracias a esta pueden transmitir la información genética contenida en su adn circular hacia otras bacterias. No obstante, concordarán conmigo en que esto no es un proceso de recombinación genética. Es más bien un traspaso de información para ayudar a otros organismos unicelulares a mejorar su adaptación al medio. Es algo así como una donación solidaria si se me permite este término.

 

         Dicho esto, se generó una nueva ola de comentarios entre los asistentes. Julieta una vez más hizo que las miradas se dirigieran hacia ella.

         -Ahora bien, sabrán que este traspaso del plásmido con el adn hacia otras bacterias se hace mediante un puente, el llamado Pili. Hasta aquí, todo normal. No obstante, en los nuevos seres descubiertos, los olimpoteptoscocos, este traspaso adquiere niveles que superan lo que las bacterias “comunes” hacen. Podríamos decir que la evolución en ellas ha alcanzado un nivel que incluso nos hace admirar a estos organismos como si fuesen pluricelulares. ¿Por qué digo esto? Porque en los olimpoteptoscocos el traspaso del adn a través de segmentos de plásmidos ¡sí es una recombinación genética! O sea, sí representan una replicación sexual. Al hacer este traspaso del adn, la bacteria favorecida con la donación se multiplica en cuatro nuevas bacterias y cada una presenta una mayor luminosidad que la bacteria original. En otras palabras, estamos frente a un proceso de mitosis pero no eucarionte sino procarionte. Lo que nos hace preguntarnos: ¿hacia dónde apunta este proceso “mitótico” de estos organismos? ¿Por qué la evolución de estos seres aquí en Marte se ha desarrollado de esta forma? ¿En algún momento se podrá observar un organismo más complejo derivado de los olimpoteptoscocos? ¿O más bien antes de estas estructuras hubo otras que en un proceso de miles de millones de años, cuando Marte era diferente en su clima, evolucionaron hasta ser lo que ahora estamos viendo?

 

         Al terminar el congreso, los científicos e investigadores se fueron con muchas inquietudes y con más deseos de seguir investigando. Lo descubierto por Julieta y los demás había abierto un gran campo de investigación que podía beneficiar a distintas áreas si se sabían aprovechar las características de estos nuevos seres.

         Cierto día, Julieta estaba sentada sobre unas piedras, afuera del laboratorio central de Macondo. Miraba hacia el horizonte. Ahí se observaba en su majestuosidad el Monte Olimpo. De pronto, podían verse algunas luminiscencias aflorar de tanto en tanto. Un compañero de trabajo la vio, y decidió sentarse a su lado.

         -Tú y tu equipo han descubierto algo que quizás, hasta ahora, podría mencionarse como lo más importante luego de la colonización en Marte.

         Julieta sonrió. Miró hacia arriba. Estaba absorta en las estrellas. La tenue luz de Fobos se apreciaba sutil, dándole el cariz de un astro furtivo e intermitente. De repente, su luminosidad crecía.

         -¿Sabes? Cosas como estas me han hecho pensar sobre todo. Sobre nuestra vida. Lo maravillosa e increíble que es. Tanto orden presente en la partícula más minúscula. Imagínate que siempre habíamos visto a las bacterias o a cualquier organismo unicelular como si hubiera sido algo “menos complejo”. Pero no es así. No se trata de organismos más complejos o no, se trata de organismos que responden de cierta manera a su hábitat y se adecuan a él.

 

         Su compañero reflexionó unos instantes.

         -Da qué pensar.

         -Y eso es excelente. A mí me pone feliz saber que cada vez estamos descubriendo cosas nuevas. Pero quisiera que todo eso se reflejara de forma efectiva en cada uno de los habitantes de nuestra colonia. Y de todo Marte.

         -Bueno, de alguna forma su descubrimiento podrá ayudar a todos en el área de la salud, por ejemplo.

         -Sí, claro. Pero hay algo que siento… Sí, es raro hablar de emociones cuando estamos en medio de un asunto científico. No obstante, percibo algo. Una intuición de algo bueno por venir. Es como si estas bacterias, estos seres, quisieran decirnos algo.

         -¿En serio?

         -¡Sí! Quizás nuestra aventura en Marte es la oportunidad para por fin tomar un buen camino como especie humana. Creo que eso es lo que nos quieren decir.

 

         Su compañero la observó con curiosidad unos segundos. Luego sonrió y también se dejó llevar por la insigne figura del Monte Olimpo. Le recordó un tanto a la Ayers Rock en la Tierra y es que de pronto, el Monte tomó un color rojo potente. Parecía la luz de un faro dando una señal. Junto a Julieta se observaron intrigados. Pero como esa luz desapareció de repente, supusieron que quizás era algo provocado por la misma concentración de bacterias.

          Lo que en un comienzo les había parecido como un simple fenómeno derivado de la extracción de las bacterias, se convirtió en algo de envergadura mayor. De un día para otro tanto el Monte Olimpo como las lunas de Fobos y Deimos adquirieron un color rojo anaranjado. A la par, las bacterias que habían extraído de todos estos lugares, y que seguían multiplicándose en los laboratorios, también emitían una poderosa luz de ese mismo color. Nadie supo muy bien a qué se debía este fenómeno. Se propusieron muchas teorías al respecto. La más curiosa fue la de un niño en una clase que dijo que quizás las lunas y el Monte Olimpo echaban de menos a sus bacterias.

         Y así pasó una semana.

         Julieta estaba cerca del Monte Olimpo investigando (y admirando) el fenómeno de la luz roja cuando escuchó un sonido extraño. Provenía de una abertura que había en una roca del Monte. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que agazapado, como si le espiara, había alguien. Era del porte de una persona adulta y tenía una contextura rechoncha. Parecía estar vestido en su totalidad de un manto color jaspeado, teñido con ciertas rayas o trazos. En lo que se podría decir era su cabeza, no había un rostro definido. Solo dos puntitos que Julieta asoció a ojos y un círculo que pensó era su boca.

         -¡Hola! Disculpa… ¿Quién eres?

 

         El ser se movía de forma tímida. A Julieta esto le pareció gracioso. Se puso las dos manos en la cintura y rio.

         -Bueno, bueno. Mi nombre es Julieta. ¿Y el tuyo?

        

         El ser respondió algo. Pero era una voz que recordaba a un burbujeo provocado por gas.

         -No sé qué significa eso, pero supongo que es un buen nombre- contestó ella.

 

         Entonces se escucharon varios burbujeos provenientes de distintas partes. Julieta observó hacia todos lados. No vio a nadie. El ser movió su cabeza incitado por esos sonidos. Entonces se movió de una forma tan rápida que fue imposible para Julieta siquiera intentar adivinar el lugar hacia el cual había partido.

         -¡Qué extraño!- dijo ella para sí.

 

         Mientras iba en un Dragón, camino hacia Macondo, pensando ahora no solo en el fenómeno de la luz sino también en su anécdota con aquel ser, se encontró con una escena muy curiosa. En la colonia decenas de seres parecidos al que ella había visto, iban de un lado a otro por el pueblo. La única diferencia entre unos y otros eran las rayas que atravesaban sus cuerpos. Julieta bajó del vehículo y fue hasta el grupo de personas que miraban con asombro la escena.

          -¡Es impresionante!- exclamó un científico del equipo de Macondo- Aparecieron de pronto.

          -Sí, me encontré con uno en el Monte Olimpo. ¿De dónde vendrán? ¿Qué querrán?

 

         Entonces, uno de los seres apareció entre el grupo de quienes miraban. Hizo ese sonido burbujeante y sacó de entre su “manto” unos brazos largos y oscuros. Los acercó hacia uno de los científicos.

         -¡Ay! ¿Qué me quiere hacer?

 

         Entonces el ser posó sus manos sobre el abdomen del científico. Luego de un par de segundos las retiró. Entonces, el ser partió con rapidez hacia otro punto.

         -¿Por qué te tocó ahí?- preguntó Julieta.

 

         El científico tenía un rostro lleno de asombro.

         -Esta mañana me levanté con un dolor horrible en el estómago. Pero ahora esa criatura me ha curado… ¡Me siento muy bien!

 

         Con el pasar de las horas se comprobó que los seres tenían un sentido desarrollado en la búsqueda de quienes necesitasen ayuda. Por ejemplo, a algunos se les vio ayudando a personas mayores cruzar la calle. A otros se les vio curando personas con enfermedades. Algunos también (y esto llamó en demasía la atención en la colonia) se les vio simplemente “escuchando” a personas que se sentían solas. Era como si les ofreciesen contención emocional. Julieta y su equipo de científicos estaban boquiabiertos. No sabían cómo explicar el origen de estas criaturas. ¿De dónde venían? ¿Qué idioma hablaban? ¿Cuál era su forma de alimentarse? Y lo que a Julieta más le interesaba saber: ¿cuál era el sentido de la existencia de estos seres?

         Día tras día desde la llegada de estos seres, intentó comunicarse con ellos. Pero solo recibía por respuesta burbujeos y otros sonidos que comenzó a diferenciar, pero cuál de todos menos inteligible. De todas formas no se daba por vencida. En una “conversación” uno de estos seres le acarició el rostro. Julieta sintió algo muy potente dentro de sí: hacía tiempo que no recibía una muestra de afecto de forma tan sincera y desinteresada. No habló de esto con la demás gente de su equipo pero sí comprobó que, de alguna forma, estos seres estaban haciéndolo un bien a todos.

         Un día, alguien tocó la puerta del laboratorio rodante donde estaba trabajando Julieta. Ella abrió la puerta. Se trataba de uno de los seres. Un grupo de niños le seguía. Estaban muy alegres y felices con la compañía de aquellas criaturas. Julieta hizo pasar solo al ser. Este sacó una mano del interior de su capa y extendió su extremidad hacia Julieta. Ella no entendía qué era lo que el ser intentaba comunicarle con esa acción. Entonces, al ver su confusión, el ser sacó otro brazo y le indicó una parte del primero. Julieta entonces percibió que el ser quería que ella lo analizara sacándole una muestra.

         -¿En verdad me permites hacerlo?

 

         La criatura respondió con su acostumbrado burbujeo. Entonces tomó una muestra sanguínea de la criatura. Lo que ella llamaba sangre, era un líquido brillante, jaspeado. Lo puso al microscopio. Al sacar su mirada de lo que había visto, se quedó inmóvil por unos segundos. Miró hacia atrás para intentar hablarle al ser. Pero este, sin hacer el menor ruido, ya se había ido. De inmediato Julieta llamó a su equipo de científicos e hizo una improvisada reunión.

         -Extraje una muestra sanguínea de una de las criaturas. Bueno, no sé si hablar de sangre en este caso pero bueno, el tema es que descubrí algo sorprendente: estos seres están compuestos por olimpoteptoscocos.

 

          Los científicos se observaron sorprendidos.

          -O sea que…- dijo uno de ellos como intentando hilar palabras- O sea…

          -¡Sí!- exclamó Julieta presa de felicidad- Estas criaturas son la evolución de los olimpoteptoscocos. Son una rara mezcla de un organismo pluricelular aún conservando su forma unicelular.

          -Pero eso, ¡eso no es posible!

          -Sí lo es. Sus células no siguen un patrón de orden definido como para decir que han formado tejidos puesto que al microscopio se ve que a pesar de su división siguen conservando su comportamiento unicelular. Sin embargo, como pueden apreciar, de igual manera se la han ingeniado, por algún extraño mecanismo, para formar estos cuerpos pluricelulares.

 

         Los científicos hablaban entre sí llenos de dudas ante lo que estaban escuchando.

         -Pero hay algo que me ha hecho pensar demasiado- dijo Julieta.

 

         Todos la observaron con rostros intrigados.

         -Hay algo- prosiguió- Ese algo tiene que ver con su esencia prístina. Y es que han conservado una característica propia de cada bacteria. Y es su solidaridad.

 

          Hubo más cuchicheo entre todos.

          -¿Por qué lo dices?- preguntó alguien.

          -Porque las bacterias traspasan parte de su adn a través de los plásmidos como si estuviesen ayudando a sus congéneres a mejorar. Asimismo, estos seres están ayudando a nuestra comunidad. Son solidarios, quieren lo mejor para nosotros. Nos ayudan.

 

         Desde entonces, tomando el nombre de aquella estructura propia de las bacterias para traspasar su adn, se les empezó a denominar a estas criaturas como Plásmidos.

         Pasó un año. La comunidad de Macondo y varias colonias más de Marte se vieron beneficiadas con la convivencia con los Plásmidos. Ellos habían traído una alegría y una paz que jamás nadie había imaginado.

          En cierta ocasión, Julieta vio que un grupo de plásmidos estaba alrededor del Monte Olimpo. Este emitía una luz roja intermitente mientras que los Plásmidos parecían cantar. Estaban tomados de las manos. Una vez terminaron su canto, todos miraron en dirección oeste.

          -¿Qué habrá en esa dirección?- se preguntó Julieta.

 

         Con el pasar de las horas, muchos reportaron haber visto a los Plásmidos tomarse de las manos y hacer círculos mientras cantaban, para luego detenerse y observar siempre en dirección oeste.

          -¿Y si estuviesen viendo su hogar?- acotó un científico.

 

          Julieta no quería que los Plásmidos se fueran. Pero en el fondo, sabía que quizás en algún momento tendrían que volver a su hogar. O hacia donde ellos pensaban debían ir.

          Fue así como en una noche, los Plásmidos recorrieron cada lugar de Macondo y de las colonias cercanas. Les dieron un abrazo a cada habitante transmitiéndoles paz, amor y alegría.  Julieta estaba absorta analizando un pedazo de roca lunar de Fobos, cuando tocaron su puerta. Al abrir vio a un plásmido. Supo que era el momento de despedirse.

          Entonces, los Plásmidos guiaron a todo el pueblo de Macondo hacia el Monte Olimpo. Ahí, les dieron un último abrazo. Luego, los Plásmidos rodearon el Monte y tomándose de las manos hicieron un baile. También cantaron. La gente de Macondo hizo lo mismo. Julieta jamás se había sentido tan bien. Cuando los Plásmidos terminaron de cantar, cada uno se convirtió en una luz roja que se unió al Monte Olimpo. Este, haciendo una especie de erupción, soltó de su interior una gran masa roja la que viajó en el espacio en dirección oeste hasta volverse diminuta a los ojos de los humanos.

         Desde entonces, jamás ningún ser humano en Marte ha olvidado a los Plásmidos. Tanto así que el Monte Olimpo ahora se llama Monte Plásmido.

 

 

***

 

 

         

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios

Entradas populares