Esteban Palacios FINAL
LOS PLÁSMIDOS SIEMPRE
OBSERVAN HACIA EL OESTE
Los pioneros en hacer investigaciones en torno a las bacterias de la
especie olimpoteptoscoco, fueron los científicos de la colonia marciana de
Macondo, la primera propiamente tal perteneciente a Latinoamericana. Su historia
se remonta a los días en que
Uno de los ejemplos de cómo los científicos de Macondo estaban haciendo
bien su trabajo, fue el descubrimiento de las ya mencionadas bacterias olimpoteptoscoco.
Ni ellos ni ningún habitante de las demás colonias pudieron siquiera imaginar
lo que sucedería después gracias a este hallazgo.
Todo empezó cuando los científicos de Macondo estaban haciendo sus
estudios de rutina en torno al suelo marciano. Un grupo realizó su trabajo en
el volcán llamado Monte Olimpo y otros grupos se dividieron en las lunas de
Fobos y Deimos. En el Monte Olimpo el
polvo en suspensión no impidió que los equipos pudiesen hacer sus
investigaciones gracias a que manejaban unas máquinas parecidas a los tractores
usados en
Una vez estuvieron todos los
científicos y científicas de vuelta en la colonia de Macondo, se realizó una
reunión en la que se discutió el importante hallazgo de este nuevo tipo de
animal. La bióloga Julieta Martínez, fue la encargada de presidir el evento.
Frente a una pantalla, mostró una serie de diapositivas en las que analizó al
nuevo ser.
-Como pueden apreciar en las imágenes, aquí tenemos una bacteria de tipo
normal con su pared celular compuesta por peptidoglicanos. Esta pared tan
poderosa que hemos podido combatir gracias a sustancias como la penicilina, en
este nuevo ser, al que hemos denominado olimpoteptoscoco, presenta otra
característica. Aquí, en esta nueva imagen, podemos apreciar su estructura. Lo
que a primeras llama poderosamente la
atención es que si bien presenta una pared celular, lo que conforma su cápsula,
no presenta peptidoglicano. No, sino que se trata de unas moléculas que no
habíamos encontrado antes ni en
Los asistentes a la reunión hablaban entre sí para comentar lo que
estaban viendo. Julieta carraspeó para atraer hacia sí la atención.
-Pero esto no es todo. Como me imagino aquí todos lo habrán estudiado en
algún momento, las bacterias de tipo “común” poseen una estructura en su
interior llamada plásmido. Gracias a esta pueden transmitir la información
genética contenida en su adn circular hacia otras bacterias. No obstante,
concordarán conmigo en que esto no es un proceso de recombinación genética. Es
más bien un traspaso de información para ayudar a otros organismos unicelulares
a mejorar su adaptación al medio. Es algo así como una donación solidaria si se
me permite este término.
Dicho esto, se generó una nueva ola de comentarios entre los asistentes.
Julieta una vez más hizo que las miradas se dirigieran hacia ella.
-Ahora bien, sabrán que este traspaso del plásmido con el adn hacia
otras bacterias se hace mediante un puente, el llamado Pili. Hasta aquí, todo
normal. No obstante, en los nuevos seres descubiertos, los olimpoteptoscocos,
este traspaso adquiere niveles que superan lo que las bacterias “comunes”
hacen. Podríamos decir que la evolución en ellas ha alcanzado un nivel que
incluso nos hace admirar a estos organismos como si fuesen pluricelulares. ¿Por
qué digo esto? Porque en los olimpoteptoscocos el traspaso del adn a través de
segmentos de plásmidos ¡sí es una recombinación genética! O sea, sí representan
una replicación sexual. Al hacer este traspaso del adn, la bacteria favorecida
con la donación se multiplica en cuatro nuevas bacterias y cada una presenta
una mayor luminosidad que la bacteria original. En otras palabras, estamos
frente a un proceso de mitosis pero no eucarionte sino procarionte. Lo que nos
hace preguntarnos: ¿hacia dónde apunta este proceso “mitótico” de estos
organismos? ¿Por qué la evolución de estos seres aquí en Marte se ha
desarrollado de esta forma? ¿En algún momento se podrá observar un organismo
más complejo derivado de los olimpoteptoscocos? ¿O más bien antes de estas
estructuras hubo otras que en un proceso de miles de millones de años, cuando
Marte era diferente en su clima, evolucionaron hasta ser lo que ahora estamos
viendo?
Al terminar el congreso, los científicos e investigadores se fueron con
muchas inquietudes y con más deseos de seguir investigando. Lo descubierto por
Julieta y los demás había abierto un gran campo de investigación que podía
beneficiar a distintas áreas si se sabían aprovechar las características de
estos nuevos seres.
Cierto día, Julieta estaba sentada sobre unas piedras, afuera del
laboratorio central de Macondo. Miraba hacia el horizonte. Ahí se observaba en
su majestuosidad el Monte Olimpo. De pronto, podían verse algunas
luminiscencias aflorar de tanto en tanto. Un compañero de trabajo la vio, y
decidió sentarse a su lado.
-Tú y tu equipo han descubierto algo que quizás, hasta ahora, podría
mencionarse como lo más importante luego de la colonización en Marte.
Julieta sonrió. Miró hacia arriba. Estaba absorta en las estrellas. La
tenue luz de Fobos se apreciaba sutil, dándole el cariz de un astro furtivo e
intermitente. De repente, su luminosidad crecía.
-¿Sabes? Cosas como estas me han hecho pensar sobre todo. Sobre nuestra
vida. Lo maravillosa e increíble que es. Tanto orden presente en la partícula
más minúscula. Imagínate que siempre habíamos visto a las bacterias o a
cualquier organismo unicelular como si hubiera sido algo “menos complejo”. Pero
no es así. No se trata de organismos más complejos o no, se trata de organismos
que responden de cierta manera a su hábitat y se adecuan a él.
Su compañero reflexionó unos instantes.
-Da qué pensar.
-Y eso es excelente. A mí me pone
feliz saber que cada vez estamos descubriendo cosas nuevas. Pero quisiera que
todo eso se reflejara de forma efectiva en cada uno de los habitantes de
nuestra colonia. Y de todo Marte.
-Bueno, de alguna forma su descubrimiento podrá ayudar a todos en el
área de la salud, por ejemplo.
-Sí, claro. Pero hay algo que siento… Sí, es raro hablar de emociones
cuando estamos en medio de un asunto científico. No obstante, percibo algo. Una
intuición de algo bueno por venir. Es como si estas bacterias, estos seres,
quisieran decirnos algo.
-¿En serio?
-¡Sí! Quizás nuestra aventura en Marte es la oportunidad para por fin
tomar un buen camino como especie humana. Creo que eso es lo que nos quieren decir.
Su compañero la observó con curiosidad unos segundos. Luego sonrió y
también se dejó llevar por la insigne figura del Monte Olimpo. Le recordó un
tanto a
Lo que en un comienzo les había parecido como un simple fenómeno
derivado de la extracción de las bacterias, se convirtió en algo de envergadura
mayor. De un día para otro tanto el Monte Olimpo como las lunas de Fobos y
Deimos adquirieron un color rojo anaranjado. A la par, las bacterias que habían
extraído de todos estos lugares, y que seguían multiplicándose en los
laboratorios, también emitían una poderosa luz de ese mismo color. Nadie supo
muy bien a qué se debía este fenómeno. Se propusieron muchas teorías al
respecto. La más curiosa fue la de un niño en una clase que dijo que quizás las
lunas y el Monte Olimpo echaban de menos a sus bacterias.
Y así pasó una semana.
Julieta estaba cerca del Monte Olimpo investigando (y admirando) el
fenómeno de la luz roja cuando escuchó un sonido extraño. Provenía de una
abertura que había en una roca del Monte. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio
que agazapado, como si le espiara, había alguien. Era del porte de una persona
adulta y tenía una contextura rechoncha. Parecía estar vestido en su totalidad
de un manto color jaspeado, teñido con ciertas rayas o trazos. En lo que se
podría decir era su cabeza, no había un rostro definido. Solo dos puntitos que
Julieta asoció a ojos y un círculo que pensó era su boca.
-¡Hola! Disculpa… ¿Quién eres?
El ser se movía de forma tímida. A Julieta esto le pareció gracioso. Se
puso las dos manos en la cintura y rio.
-Bueno, bueno. Mi nombre es Julieta. ¿Y el tuyo?
El ser respondió algo. Pero era una voz que recordaba a un burbujeo
provocado por gas.
-No sé qué significa eso, pero supongo que es un buen nombre- contestó
ella.
Entonces se escucharon varios burbujeos provenientes de distintas
partes. Julieta observó hacia todos lados. No vio a nadie. El ser movió su
cabeza incitado por esos sonidos. Entonces se movió de una forma tan rápida que
fue imposible para Julieta siquiera intentar adivinar el lugar hacia el cual
había partido.
-¡Qué extraño!- dijo ella para sí.
Mientras iba en un Dragón, camino hacia Macondo, pensando ahora no solo
en el fenómeno de la luz sino también en su anécdota con aquel ser, se encontró
con una escena muy curiosa. En la colonia decenas de seres parecidos al que
ella había visto, iban de un lado a otro por el pueblo. La única diferencia
entre unos y otros eran las rayas que atravesaban sus cuerpos. Julieta bajó del
vehículo y fue hasta el grupo de personas que miraban con asombro la escena.
-¡Es impresionante!- exclamó un científico del equipo de Macondo-
Aparecieron de pronto.
-Sí, me encontré con uno en el Monte Olimpo. ¿De dónde vendrán? ¿Qué
querrán?
Entonces, uno de los seres apareció entre el grupo de quienes miraban.
Hizo ese sonido burbujeante y sacó de entre su “manto” unos brazos largos y
oscuros. Los acercó hacia uno de los científicos.
-¡Ay! ¿Qué me quiere hacer?
Entonces el ser posó sus manos sobre el abdomen del científico. Luego de
un par de segundos las retiró. Entonces, el ser partió con rapidez hacia otro
punto.
-¿Por qué te tocó ahí?- preguntó Julieta.
El científico tenía un rostro lleno de asombro.
-Esta mañana me levanté con un dolor horrible en el estómago. Pero ahora
esa criatura me ha curado… ¡Me siento muy bien!
Con el pasar de las horas se comprobó que los seres tenían un sentido
desarrollado en la búsqueda de quienes necesitasen ayuda. Por ejemplo, a
algunos se les vio ayudando a personas mayores cruzar la calle. A otros se les
vio curando personas con enfermedades. Algunos también (y esto llamó en demasía
la atención en la colonia) se les vio simplemente “escuchando” a personas que
se sentían solas. Era como si les ofreciesen contención emocional. Julieta y su
equipo de científicos estaban boquiabiertos. No sabían cómo explicar el origen
de estas criaturas. ¿De dónde venían? ¿Qué idioma hablaban? ¿Cuál era su forma
de alimentarse? Y lo que a Julieta más le interesaba saber: ¿cuál era el sentido
de la existencia de estos seres?
Día tras día desde la llegada de estos seres, intentó comunicarse con
ellos. Pero solo recibía por respuesta burbujeos y otros sonidos que comenzó a
diferenciar, pero cuál de todos menos inteligible. De todas formas no se daba
por vencida. En una “conversación” uno de estos seres le acarició el rostro.
Julieta sintió algo muy potente dentro de sí: hacía tiempo que no recibía una
muestra de afecto de forma tan sincera y desinteresada. No habló de esto con la
demás gente de su equipo pero sí comprobó que, de alguna forma, estos seres
estaban haciéndolo un bien a todos.
Un día, alguien tocó la puerta del laboratorio rodante donde estaba
trabajando Julieta. Ella abrió la puerta. Se trataba de uno de los seres. Un
grupo de niños le seguía. Estaban muy alegres y felices con la compañía de
aquellas criaturas. Julieta hizo pasar solo al ser. Este sacó una mano del
interior de su capa y extendió su extremidad hacia Julieta. Ella no entendía
qué era lo que el ser intentaba comunicarle con esa acción. Entonces, al ver su
confusión, el ser sacó otro brazo y le indicó una parte del primero. Julieta
entonces percibió que el ser quería que ella lo analizara sacándole una
muestra.
-¿En verdad me permites hacerlo?
La criatura respondió con su acostumbrado burbujeo. Entonces tomó una
muestra sanguínea de la criatura. Lo que ella llamaba sangre, era un líquido
brillante, jaspeado. Lo puso al microscopio. Al sacar su mirada de lo que había
visto, se quedó inmóvil por unos segundos. Miró hacia atrás para intentar
hablarle al ser. Pero este, sin hacer el menor ruido, ya se había ido. De
inmediato Julieta llamó a su equipo de científicos e hizo una improvisada
reunión.
-Extraje una muestra sanguínea de una de las criaturas. Bueno, no sé si
hablar de sangre en este caso pero bueno, el tema es que descubrí algo
sorprendente: estos seres están compuestos por olimpoteptoscocos.
Los científicos se observaron sorprendidos.
-O sea que…- dijo uno de ellos como intentando hilar palabras- O sea…
-¡Sí!- exclamó Julieta presa de felicidad- Estas criaturas son la
evolución de los olimpoteptoscocos. Son una rara mezcla de un organismo
pluricelular aún conservando su forma unicelular.
-Pero eso, ¡eso no es posible!
-Sí lo es. Sus células no siguen un patrón de orden definido como para
decir que han formado tejidos puesto que al microscopio se ve que a pesar de su
división siguen conservando su comportamiento unicelular. Sin embargo, como
pueden apreciar, de igual manera se la han ingeniado, por algún extraño
mecanismo, para formar estos cuerpos pluricelulares.
Los científicos hablaban entre sí llenos de dudas ante lo que estaban
escuchando.
-Pero hay algo que me ha hecho pensar demasiado- dijo Julieta.
Todos la observaron con rostros intrigados.
-Hay algo- prosiguió- Ese algo tiene que ver con su esencia prístina. Y
es que han conservado una característica propia de cada bacteria. Y es su
solidaridad.
Hubo más cuchicheo entre todos.
-¿Por qué lo dices?- preguntó alguien.
-Porque las bacterias traspasan parte de su adn a través de los
plásmidos como si estuviesen ayudando a sus congéneres a mejorar. Asimismo,
estos seres están ayudando a nuestra comunidad. Son solidarios, quieren lo
mejor para nosotros. Nos ayudan.
Desde entonces, tomando el nombre de aquella estructura propia de las
bacterias para traspasar su adn, se les empezó a denominar a estas criaturas
como Plásmidos.
Pasó un año. La comunidad de Macondo y varias colonias más de Marte se
vieron beneficiadas con la convivencia con los Plásmidos. Ellos habían traído
una alegría y una paz que jamás nadie había imaginado.
En cierta ocasión, Julieta vio que un grupo de plásmidos estaba
alrededor del Monte Olimpo. Este emitía una luz roja intermitente mientras que
los Plásmidos parecían cantar. Estaban tomados de las manos. Una vez terminaron
su canto, todos miraron en dirección oeste.
-¿Qué habrá en esa dirección?- se preguntó Julieta.
Con el pasar de las horas, muchos reportaron haber visto a los Plásmidos
tomarse de las manos y hacer círculos mientras cantaban, para luego detenerse y
observar siempre en dirección oeste.
-¿Y si estuviesen viendo su hogar?- acotó un científico.
Julieta no quería que los Plásmidos se fueran. Pero en el fondo, sabía
que quizás en algún momento tendrían que volver a su hogar. O hacia donde ellos
pensaban debían ir.
Fue así como en una noche, los Plásmidos recorrieron cada lugar de
Macondo y de las colonias cercanas. Les dieron un abrazo a cada habitante
transmitiéndoles paz, amor y alegría.
Julieta estaba absorta analizando un pedazo de roca lunar de Fobos,
cuando tocaron su puerta. Al abrir vio a un plásmido. Supo que era el momento
de despedirse.
Entonces, los Plásmidos guiaron a todo el pueblo de Macondo hacia el
Monte Olimpo. Ahí, les dieron un último abrazo. Luego, los Plásmidos rodearon
el Monte y tomándose de las manos hicieron un baile. También cantaron. La gente
de Macondo hizo lo mismo. Julieta jamás se había sentido tan bien. Cuando los
Plásmidos terminaron de cantar, cada uno se convirtió en una luz roja que se
unió al Monte Olimpo. Este, haciendo una especie de erupción, soltó de su
interior una gran masa roja la que viajó en el espacio en dirección oeste hasta
volverse diminuta a los ojos de los humanos.
Desde entonces, jamás ningún ser humano en Marte ha olvidado a los
Plásmidos. Tanto así que el Monte Olimpo ahora se llama Monte Plásmido.
***
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