Rodrigo Soto FINAL

 

Milagro en el Monte Olimpo

 

El fondo negro del universo parecería algo deprimente si no fuera por los hermosos soles que forman constelaciones y llenan de brillo, cada uno como puntos minúsculos, aportando a la hermosa pintura del cosmos. Desde Marte, uno de esos puntos no es un sol, sino un planeta, y se distingue por su inigualable brillo azul. Los habitantes de Marte solían admirar el punto azul en el cielo, sintiendo una conexión con el origen de su especie, pero poco a poco esa costumbre se perdió, y sólo en ocasiones especiales se juntaban a encontrar el planeta natal de los humanos en el espacio. Aún así, hace ya una semana Jackie observaba todas las madrugadas hacia el cielo, visualizando en su mente a la persona que era su única conexión real con la tierra.

 

Jackie estaba acostada de espaldas sobre una roca, mirando hacia el planeta azul rodeado de estrellas, que en realidad estaban a años luz de distancia. Pero ella ya no veía los astros, sino que veía a Annette, de quien se había despedido hace tres años. Su cabello dorado y ojos como jade se veían más brillantes en la mente de Jackie que en cualquiera de los videos que Annette le enviaba desde la tierra. Ya la vería de nuevo. Sólo unas cuantas semanas más para que la nave que atravesaba el inmenso espacio entre los planetas amartizara en el puerto espacial.

 

Cuando el sol comenzó a asomar su blanca luz desde el horizonte y el cielo comenzó a tornarse gris, haciendo desaparecer las estrellas, Jackie finalmente salió de su estado meditativo. Se levantó y caminó hasta su moto para volver a su hogar. Mientras manejaba por el desierto paisaje que le elevaba el espíritu, pensaba que esa sería su última noche observando el cielo. Ya no estaba tan joven como antes y ya debía comenzar a dormir mejor para prepararse para la temporada de extracción de mineral. Frente a ella, a medida que el día se iluminaba, el enorme monte Olimpo se veía más claro. La imponente masa de piedra, coronada por la poca nieve que quedaba del invierno artificial, contenía toneladas de unbinilio, el mineral más importante para la tecnología humana, y Jackie era una de las más importantes mineras encargadas de extraerlo. Irónicamente, la formación de una atmósfera que permitiera la vida humana en Marte, también provocó que nevara en invierno, lo que limitaba la extracción del mineral a sólo seis meses marcianos durante el año.

 

Jackie llegó a su hogar cuando el frío de la noche aún no se alejaba del pequeño grupo de casas donde habitaba su comunidad. Todos dormían aún, y Jackie tuvo cuidado de entrar a su hogar y a su cama sin despertar a nadie. Durmió como un bebé hasta el mediodía, cuando la despertó el olor a burritos y café. En el cielo, el eclipse diario de Fobos sobre Deimos recordaba que ya era hora de almorzar.

 

Se levantó y saludó a Carlos, un hombre unos diez años mayor que ella, pero que mantenía una vitalidad y estado físico envidiables. Él cocinaba mientras tomaba café en la cocina comunitaria instalada en medio de las diez casas. Luego llegaron Margarita y Jonathan con unos librillos de greda con pastel de choclo.

 

—¿A qué se debe tanta buena comida hoy? —preguntó Jackie— ¿Acaso olvidé alguna fecha especial?

 

—¿Olvidó que hoy comenzamos el acondicionamiento para ir a la montaña, mija? —contestó Carlos mientras agregaba una generosa cantidad de tabasco a la carne molida que estaba friendo—. Necesitamos la proteína de estas fajitas pa ponerle más músculo a los brazos.

 

—Es verdad —contestó ella—, aunque no necesito una excusa para probar nada de lo que ustedes cocinan.

 

—Y este pastel de choclo nos quedó de miedo —interrumpió Margarita con un acento diferente al de los demás —. Pruébalo antes que se acabe —terminó, mostrándose exageradamente orgullosa de su preparación.

 

Luego llegaron varios más y compartieron el primer almuerzo en la comunidad de mineros. Eran pocos, todos provenientes de distintos países de Latinoamérica, en la tierra. Era la única comunidad de Marte que se definía por su origen en la Tierra, además de su función en el planeta rojo. Ese día entrenaron poco, ya que necesitaban adaptar sus cuerpos al duro trabajo en el monte Olimpo. A pesar de todos los avances tecnológicos logrados, la labor de los mineros requería de mucho esfuerzo físico humano, aunque la cantidad de personas necesarias para hacerlo era mucho menor. Los mineros marcianos hacían su labor con gusto y por amor a sus pares. También podían retirarse cuando quisieran, ya que el puesto siempre podía ser llenado por algún joven con ganas de aventurarse al misterioso monte. Casi todos se retiraban alrededor de los cuarenta años, y Jackie consideraba que este sería uno de sus últimas temporadas en la mina. Cuando llegase Annette, podría dedicarse a labores administrativas, o tal vez al arte, mientras Annette se desenvolvía en el desarrollo tecnológico.

 

Pasaron las semanas y Jackie ya se sentía más fuerte. Tenía la costumbre de comparar el grosor de sus brazos con los de Carlos, y esta vez lo estaba venciendo como nunca. Él se excusó diciendo que su edad no le permitía procesar las proteínas como antes. Jackie escuchaba todos los días informes sobre la nave que traía trabajadores desde la tierra. En un comienzo eran muy comunes los viajes entre los dos planetas, pero como el gasto de combustible era demasiado, comenzaron a hacerse menos y menos, hasta que sólo personas indispensables podían abordar los viajes que se hacían una vez por año. Jackie, siendo originaria de Marte había viajado hace tres años a la Tierra para una misión especial en una mina de cobre. Ahí conoció a Annette y tuvieron unos meses de genuino amor. Luego de que Jackie volviera a Marte, Annette se propuso convertirse en la mejor de su rubro para poder subir a una nave que la llevaría de vuelta donde su amada. Cuando quedaban sólo unos días para que llegara Annette, la estación de información comunicó que la nave había sufrido un desperfecto en su sistema de navegación. Desde ambos planetas intentaban acceder a los comandos de la inteligencia artificial que pilotaba y así despertar a la tripulación que dormía en sus cápsulas de hipersueño, pero no se lograba nada. Todo indicaba que se estrellarían contra la luna Deimos.

 

Jackie lloró por días, siendo consolada por Carlos, Jonathan y Margarita. Tenía la certeza de que la mujer que amaba no estaría con ella. Pero ocurrió un milagro… o parte de un milagro. Los cálculos no habían sido completamente correctos y la nave no se estrelló contra la luna. Sin embargo, la gravedad de esta desvió su curso lo suficiente como para que no cayera sobre el puerto espacial. En vez de eso, caería en las cercanías del monte Olimpo.

 

Al día siguiente, un piloto marciano pudo acceder al sistema de la nave para controlar el descenso, sin embargo sólo pudo disminuir la velocidad para que no se desintegrara al entrar en la atmósfera. La nave cayó en la parte aún nevada del monte Olimpo. Faltaban aún semanas para que la nieve se derritiera. Esta, podía haber salvado la vida de los tripulantes, pero al mismo tiempo dificultaba mucho su rescate.

 

 

Sin dudarlo, Jackie fue a la búsqueda de Annette, y tras ella, sus amigos. No esperaron un análisis de la situación por la inteligencia artificial del gobierno central ni tampoco una decisión comunitaria sobre la manera de proceder. Sólo partieron hacia el rescate.

 

***

 

Annette despertó del hipersueño desorientada. Escuchaba quejidos, tenía frío y no veía más que balnco frente a ella. Cuando su cuerpo respondió y logró sentarse, vio que había trozos de metal torcido hacia donde mirara. También había fuego, sangre y partes de cuerpos repartidas. Por un momento no supo qué hacer, hasta que volvió a escuchar gritos de ayuda. En ese momento se intentó poner de pie para ir a ayuda, pero cayó inmediatamente. Sólo ahí se dio cuenta de que su pierna izquierda había quedado en su cápsula de hipersueño, a unos veinte metros de donde despertó. Pudo ver por una apertura entre el metal que había nieve. Entonces pensó en que tenía la leve esperanza de estar sobre el monte Olimpo de Marte. Esto podría significar buenas noticias.

 

Intentó detener la hemorragia de lo que quedaba de su pierna con trozos de tela y se arrastró hasta el lugar de los quejidos. La persona que llamaba era un hombre que estaba en mejor estado que ella, pero estaba atrapado entre los escombros. Annette lo ayudó a salir haciendo palanca con un fierro. Luego de averiguar que eran los únicos sobrevivientes del accidente, Annette comenzó a elaborar su plan. Tendría que aplicar todo lo que aprendió en su entrenamiento en la Tierra. Nada le impediría volver a ver a Jackie.

 

 

***

 

Jackie y los demás subían apenas por la nieve. El comienzo del viaje había sido fácil, pero la nieve a mitad de camino hacía que cada paso fuese una hazaña. El camino lo conocían bien, pero siempre lo habían hecho sobre una superficie de roca. La moral del equipo decaía, pero Jackie los volvía a animar, o les decía que la dejaran a ella seguir sola. Nada la detendría.

 

Sus amigos la seguían, porque sabían que, a pesar de ser muy fuerte, no podría sola. Además, era probable que tuviesen que rescatar a más gente y se necesitaban manos. Algunos kilómetros más atrás venía otro equipo más lento, pero que estaba equipado con robots que ayudarían a transportar a las víctimas.

 

Unas horas de camino después se hizo de noche y tuvieron que detenerse, pero Jackie insistía en que tenían que seguir. No quería perder horas valiosas. Cuando los otros tres habían terminado sus carpas, Jackie se levantó y siguió sin ellos. En eso, Carlos corrió tras ella para no dejarla sola. Cuando la tomó de su hombro, se desplomó. Finalmente la edad había cobrado su peaje. El infarto de Carlos fue lo único que pudo detener el ímpetu y decisión de Jackie, quien intentaba reanimarlo mientras los otros se acercaban para ayudar.

 

Mientras realizaban el masaje cardiaco, un ruido de una masa inmensa vino desde la altura. Miraron hacia arriba, y en la oscuridad sólo pudieron distinguir la masa blanca de nieve cuando estaba muy cerca. Jackie no recordó más.

 

 

***

 

Jackie despertó en una cama de hospital. Vio que estaba conectada a varios tubos y cables que monitorear su salud. Se sentó y gritó desesperada.

 

—¡Annette!

 

De pronto, como si un genio hubiese concedido un deseo, desde la puerta entró caminando Annette. Un extraño sonido metálico acompañaba cada uno de sus pasos. Jackie no sabía si estaba en el mundo real o en el cielo.

 

—¿Qué pasó? —preguntó

 

—Fuiste a rescatarme —Contestó Annette —, pero fui yo quien los rescató a ustedes. Lamentablemente fueron muchos los que murieron en la nave. Pero todavía me tienes a mi.

 

—Carlos…

 

—Él está bien. Alcanzamos a usar un desfibrilador cuando los encontramos en la nieve. Por suerte encontramos varias rocas de Unbinilio cuando salimos de la nave.

 

Al decir eso último, Annette levantó su vestido en la parte que cubría su pierna izquierda. Una piedra verde fosforescente estaba unida a un mecanismo de cables y fierros y placas de cobre y oro que formaban una pierna artificial.

 

—Tuve que improvisar para salir de ahí —explicó—, pero estoy bien. Me ofrecieron un modelo industrial más ergonómico, pero me gusta este que hice a la rápida.

 

—Aún no lo puedo creer —dijo Jackie—. Estás frente a mi ahora, viva. Y fuiste tú quien me rescató.

 

—No seas anticuada. Las pequeñas rubias también podemos rescatar a nuestras doncellas. No seas anticuada. Y ahora, no me hagas esperar más.

 

Annette se acercó a Jackie y le dio el beso que esperaron tanto tiempo. No fue como lo habían soñado, pero en realidad, ya nada era como nadie lo había soñado. Y aún así , muchas cosas buenas habían salido de los dolores sufridos.

 

 

FIN

 

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